¿Qué esperar de la política exterior de Bolivia bajo Rodrigo Paz? Entre EE.UU. y el Sur Global
Bolivia empieza una nueva etapa este 8 de noviembre bajo el nuevo Gobierno de Rodrigo Paz, quien busca transitar del “socialismo del siglo XXI” hacia un modelo de “capitalismo para todos”, reabriendo vínculos con Washington sin romper con los BRICS.
Zhuhai, China — La victoria de Rodrigo Paz en las elecciones presidenciales de Bolivia marca el tránsito del país del “socialismo del siglo XXI”, en cabeza de los gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS) —primero con Evo Morales y luego con Luis Arce—, hacia un proyecto de “capitalismo para todos”. El cambio refleja el agotamiento de un modelo económico sostenido por la renta energética y minera, hoy en declive.
Tras dos décadas de expansión con escasa diversificación productiva, la nación enfrenta márgenes de maniobra externos cada vez más limitados, y una necesidad urgente de reconectarse con los principales centros de decisión internacional.
Consciente de ello, Paz ha señalado su prioridad: “Yo quiero que Bolivia vuelva a ser un país que se pueda relacionar con el mundo financiero, que haya seguridad jurídica, que Bolivia pueda entablar relaciones con otros países”.
Pero, ¿hasta qué punto podrá Bolivia reinsertarse en el mundo sin quedar atrapada entre la influencia de Estados Unidos, las tensiones del mapa latinoamericano y las expectativas de las potencias emergentes del BRICS?
América del Sur como eje de la nueva política internacional de Bolivia
Para Bolivia, América del Sur constituye el entorno más decisivo para recuperar el dinamismo económico y fortalecer su inserción internacional. Sus principales vínculos comerciales se concentran en Brasil y Argentina —este último con una diáspora boliviana cercana al medio millón de personas—, que absorben alrededor del 30% de las exportaciones nacionales, mientras que los socios de la Comunidad Andina (Perú, Colombia y Ecuador) aportan cerca del 15%.
Bolivia avanza en su adhesión al Mercosur, iniciada en 2015 y ratificada en 2024, lo que abre un periodo de hasta cuatro años para armonizar su legislación con el bloque. Aunque Rodrigo Paz no ha fijado todavía una posición pública, hereda un proceso avanzado que podría emplear para atraer inversión y proyectar previsibilidad.
En ese sentido, su primer examen internacional será precisamente la cumbre del Mercosur en diciembre de 2025, donde se encontrará con dos visiones opuestas de integración regional: la de Luiz Inácio Lula da Silva y Yamandú Orsi, defensores de una integración más social y cooperativa, frente a la de Javier Milei y Santiago Peña, partidarios de una apertura liberal y desregulada.
No solo el Mercosur, sino el conjunto de América Latina atraviesa hoy profundas tensiones ideológicas que han vuelto inseparable la política exterior de los alineamientos y rivalidades entre sus líderes. El reciente Nobel de la Paz otorgado a María Corina Machado, principal figura opositora en Venezuela, evidenció esas fracturas: mientras Gustavo Petro, presidente de Colombia, lo cuestionó y Claudia Sheinbaum, mandataria de México, optó por el silencio; los jefes de Estado de Ecuador, Daniel Noboa, y de Argentina, Javier Milei, lo celebraron como símbolo de la libertad. Rodrigo Paz se sumó a esta última corriente, un gesto que, incluso antes de la segunda vuelta presidencial, anticipó el reacomodo diplomático que marcará su mandato.
Tras confirmarse la victoria de Rodrigo Paz el pasado 18 de octubre, varios gobiernos latinoamericanos celebraron el resultado de la elección. Argentina, Costa Rica, República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Panamá, Paraguay y Trinidad y Tobago emitieron una declaración conjunta en respaldo al presidente electo, destacando “la voluntad del pueblo boliviano de trazar un nuevo rumbo”.
La adhesión de Estados Unidos amplificó el alcance diplomático del pronunciamiento y desencadenó una reacción inmediata de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), que anunció la suspensión de Bolivia de sus actividades, acusando al gobierno entrante de “conducta antibolivariana y proimperialista”.
Estados Unidos: ¿reapertura estratégica o nuevo alineamiento ideológico?
Desde que Evo Morales expulsó al embajador estadounidense en 2008 —acusándolo de conspirar contra su gobierno—, la relación bilateral quedó prácticamente congelada. Bajo las administraciones del MAS, los contactos se redujeron a gestiones técnicas y la cooperación de Washington disminuyó de forma sostenida: pasó de más de 184 millones de dólares en 2006 —cuando Bolivia ocupaba el quinto lugar entre los principales receptores de ayuda estadounidense en América Latina— a poco más de 2 millones en 2024, descendiendo al puesto número 27. El nuevo gobierno busca revertir esa tendencia y restablecer canales de diálogo político y económico con Estados Unidos.
En declaraciones recientes, Rodrigo Paz afirmó: “Bolivia quiere cambiar, quiere una nueva etapa, quiere estar en el mundo y que el mundo venga a Bolivia. Y uno de los condicionantes más importantes es esta nueva relación con los Estados Unidos y con el Gobierno del presidente (Donald) Trump”.
Su primer viaje internacional —incluso antes de asumir el mando— fue precisamente a Washington, donde Paz obtuvo avances significativos en su agenda económica y diplomática. Por un lado, gestionó con el Fondo Monetario Internacional, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos multilaterales líneas de crédito para aliviar la escasez de divisas y fortalecer la estabilidad financiera del país; por otro, se reunió con el secretario de Estado, Marco Rubio, y el subsecretario Christopher Landau, con quienes acordó una “alianza sólida basada en prosperidad mutua”. El encuentro marcó un hito al restablecer las relaciones diplomáticas con Estados Unidos tras 17 años de ruptura.
El presidente saliente, Luis Arce, no ha tardado en expresar su preocupación por “el alto compromiso” que, a su juicio, el nuevo gobierno estaría asumiendo con Estados Unidos, advirtiendo además sobre las posibles repercusiones para la política exterior de Bolivia dentro de los BRICS.
“Creo que el nuevo gobierno lo va a utilizar más como una plataforma para entrar a grandes mercados, pero sin un compromiso político e ideológico con la multipolaridad que plantean los BRICS”, señaló Arce. Efectivamente, el nuevo entendimiento con Washington deberá ir acompañado de una estrategia que preserve la diversificación diplomática y económica que ofrece la pertenencia de Bolivia al BRICS.
Sur Global y BRICS: diversificar sin confrontar
En el marco de su inserción internacional, Bolivia enfrenta el desafío de mantener su articulación con el Sur Global sin comprometer su reciente acercamiento a Washington. En la última década, China e India se han consolidado como importantes destinos de las exportaciones bolivianas.
Al inicio de los gobiernos del MAS, las ventas a ambos países no superaban el 2% del total, mientras que al cierre del mandato de Luis Arce superaban el 20% combinado. India compra principalmente oro, mientras que China adquiere zinc y subproductos, así como otros metales preciosos.
En términos políticos, la relación con China, consolidada durante los gobiernos del MAS mediante una Asociación Estratégica y la adhesión a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, sigue siendo el vínculo asiático más relevante para Bolivia, mientras que con India —donde no existe embajada residente— los lazos son más incipientes, aunque en 2025 Luis Arce sostuvo una reunión con el primer ministro Narendra Modi durante la cumbre del BRICS en Brasilia para explorar cooperación en sectores tecnológicos, energéticos y mineros.
Más allá del comercio actual, el interés asiático se centra en el potencial del litio boliviano: con 23 millones de toneladas, el país figura entre los mayores poseedores del mundo, aunque, según la CEPAL, aún no produce de forma industrial. El problema no es geológico, sino institucional: marcos contractuales débiles, escasa gobernanza subnacional y demoras en licencias ambientales.
Estas condiciones explican su admisión como socio del BRICS en la cumbre de Kazán de 2024. Rodrigo Paz, al referirse al bloque, señaló: “Los BRICS son buenos, es un buen grupo comercial”. Todo indica que mantendrá la adhesión como instrumento económico, evitando alineamientos excluyentes en un sistema internacional cada vez más multipolar.
Reencontrar el mundo, sin repetir los errores del pasado
Rodrigo Paz pone fin a casi dos décadas de gobiernos del MAS e inaugura una etapa orientada a reconciliar al Estado con la economía y al país con el mundo. Reconoce los avances sociales del ciclo anterior en la reducción de la pobreza, pero advierte que “no son logros si no son sostenibles”.
A su juicio, el país desaprovechó los años de bonanza para diversificar su matriz productiva y ampliar mercados: no se realizaron nuevas exploraciones gasíferas, no se impulsaron megaproyectos energéticos y el comercio exterior se estancó. “El gas se fue, el litio no llegó y los bolivianos hemos quedado solos”, resume.
Pero el pretendido reencuentro con el mundo al que aspira Paz para Bolivia deberá construirse a través de una prudencia activa: abrirse sin sobrerreaccionar, recomponer la relación con Estados Unidos sin romper con los BRICS y combinar pragmatismo económico con autonomía política. Solo una diplomacia equilibrada, orientada al desarrollo y no a la confrontación, podrá devolver al país un papel constructivo en el sistema internacional.