Cuando dejar de pescar salva la pesca: así renació el mar en el sur de Türkiye
La bahía de Gökova pasó de estar agotada por la sobrepesca a convertirse en un ejemplo mundial gracias a las “zonas de no pesca” y al compromiso de pescadores como Can, cuya vida y futuro cambiaron junto con el mar.
— ¿Casarte con un pescador, hija? ¿Estás segura?
Este tipo de dudas tuvo que enfrentar la esposa de Can Gorgün cuando ella decidió unir su vida a la de un hombre cuyo oficio, hace alrededor de tres décadas, estaba rodeado de estigmas y precariedad. En Akyaka, en el sur de Türkiye, ser pescador significaba vivir con incertidumbre y redes casi siempre vacías, en una bahía de Gökova que agonizaba. El mar estaba exhausto por la sobrepesca, los peces escaseaban, y cada salida en barco era una apuesta que casi siempre se perdía.
Pero esa historia cambió gracias a una decisión que transformó el destino de la bahía y de quienes vivían de ella: la creación de “zonas de no pesca” (NFZ, por sus siglas en inglés). En 2008, las capturas se habían desplomado: “no había más peces que pescar”, recuerda Kayhan Güceli, director de la Mediterranean Conservation Society (MCS).
La organización y la cooperativa de pescadores locales apostaron por un modelo pionero. Consistía en prohibir temporal o permanentemente la pesca en áreas estratégicas para permitir que la vida marina se recuperara y, con el tiempo, impulsar el renacimiento de la pesca artesanal.
Ahora, Can recuerda la escena con una sonrisa tranquila. Está sentado junto al canal, en una silla de plástico blanca. Lo único que rompe el silencio es su voz, algo desgastada, y el murmullo del agua golpeando suavemente los barcos atracados. Ahora vive de la pesca y su familia tiene una vida próspera. El mismo mar que antes no daba para vivir, hoy sustenta a decenas de familias gracias a un cambio que transformó no solo la bahía, sino la vida entera de quienes dependen de ella.
Pero, ¿cómo funciona esto exactamente?
El mar lo devuelve todo, solo hay que dejarlo descansar
Las NFZ son más que una prohibición. Como explica Kayhan, se trata de espacios estratégicos son cuidadosamente seleccionados para proteger las zonas de desove y cría de los peces.
“Allí los juveniles pueden crecer sin amenazas. No es magia: cuando se eliminan las presiones de la pesca, la vida marina se multiplica muy rápido”.
Cuando los peces crecen y se reproducen dentro de estas zonas seguras, terminan por desplazarse hacia aguas abiertas, donde los pescadores sí pueden fanear. Es lo que los científicos llaman el “efecto desbordamiento”. Lo que se protege dentro, se aprovecha fuera, pero el suministro no se termina.
En Gökova, los resultados fueron asombrosos. Desde que las NFZ se regularon oficialmente en 2013, la biomasa de peces en esas áreas aumentó hasta 10 veces más que en las zonas no protegidas. Incluso fuera de ellas, las capturas crecieron de 4 gramos por metro cuadrado en 2008 a 15 gramos en 2015.
Vigilantes del mar
Sin embargo, el éxito de Gökova no se debe solo al diseño de las zonas. “La diferencia está en la vigilancia activa”, enfatiza Kayhan. “Muchas áreas protegidas en el mundo existen solo sobre el papel —las llamamos “parques de papel” —, pero sin patrullas ni control real, la pesca ilegal continúa”.
Desde el principio, la MCS comprendió que sin patrullas no habría resultados. “Como ciudadanos, usamos nuestro derecho constitucional para reportar actividades ilegales. Empezamos con un solo barco, y hoy tenemos ocho embarcaciones y ocho guardaparques patrullando la bahía”.
Pero el trabajo no ha sido fácil.
“Al principio, el 80% de los pescadores se opuso. Pensaban que queríamos quitarles su sustento”, explica Kayhan. “No entendían lo que queríamos hacer, costó mucho esfuerzo convencerlos”, admite. Pero ahora que han visto el resultado, el panorama se invirtió, explica.
Por otro lado, los guardias también tuvieron que enfrentarse a pescadores furiosos y, en ocasiones, a dueños de yates de lujo que se creían por encima de la ley. “Nos han disparado, golpeado, amenazado... Pero persistimos. Hoy, el 100% de los locales respeta las normas”, afirma Kayhan con orgullo.
El éxito de Gökova ha trascendido las fronteras turcas. “ONGs de todo el Mediterráneo —e incluso de Indonesia— han venido a aprender de nuestro modelo”, explica Kayhan.
Hoy, este proyecto es referencia internacional en conservación marina y un ejemplo vivo de que la sostenibilidad no es enemiga del desarrollo, sino su garantía.
“Ahora pescamos buenos peces y vivimos solo de esto, no necesitamos otras fuentes de ingreso” explica Can, orgulloso, reflejando la paciencia propia de un pescador, alguien que ha pasado media vida en el mar.
“Yo luché y luché y siempre intenté buscar la manera de darle una buena vida a mi mujer. Y creo que ahora es feliz”.