Con la tensión creciente entre Trump y Maduro, ¿lanzará EE.UU. una operación terrestre en Venezuela?

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, se mantiene firme pese a la presión del mandatario de Estados Unidos, Donald Trump. La pregunta ahora es si este pulso podría escalar hasta una confrontación directa.

By Murat Sofuoglu
Trump incrementa la presión sobre Maduro, que se prepara para resistir una posible intervención de EEUU. / AP

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha intensificado su retórica contra el Gobierno de Venezuela, advirtiendo que podría escalar sus ataques contra presuntas embarcaciones de narcotráfico hasta llegar a una posible operación terrestre en ese país. Algo que podría abrir la puerta a una confrontación directa con el mandatario venezolano, Nicolás Maduro.

A diferencia de su llamado a poner fin a la ofensiva en Gaza y a la guerra entre Ucrania y Rusia mediante negociaciones, el enfoque de la administración Trump sobre Venezuela es muy distinto: un mensaje abierto para derrocar al Gobierno de Maduro, de orientación socialista y heredero de un proyecto político que mantiene su liderazgo desde finales de los años 90, en un país que alberga algunas de las mayores reservas de petróleo del mundo.

Trump ha designado recientemente a Maduro y a varios altos funcionarios del gobierno como miembros de una banda de narcotraficantes, el supuesto Cartel de los Soles, al que la Casa Blanca calificó como organización terrorista extranjera. Caracas condenó la acusación y rechazó la existencia en sí misma del supuesto cartel.

Aunque Trump sugirió la semana pasada que una operación terrestre "comenzaría muy pronto" y dijo que el espacio aéreo venezolano debería considerarse "cerrado", aún no ha tomado medidas concretas. Sin embargo, sí mantuvo una llamada telefónica con el presidente venezolano, en la que el mandatario estadounidense supuestamente rechazó las solicitudes de Maduro.

Pero, ¿existe una posibilidad real de que Estados Unidos lance una operación terrestre contra Venezuela?

“La probabilidad de que tenga lugar una operación al estilo de Panamá o Afganistán es baja, principalmente porque el territorio venezolano es extenso y tal intervención requeriría apoyo militar estratégico de Colombia”, dice Lorena Erazo Patiño, profesora de Estudios Globales en la Universidad de La Salle en Bogotá, en referencia a las operaciones estadounidenses en Centroamérica y Asia, en diálogo con TRT World.

Patiño destaca además que la relación entre EE.UU. y Colombia –país vecino de Venezuela, que también tiene un presidente de orientación socialista, Gustavo Petro– no atraviesa un buen momento, ya que la administración Trump lo ha sancionado recientemente, incluyéndolo en la lista de la Oficina de Control de Activos Extranjeros.

En este escenario, Washington no podría esperar respaldo colombiano, sostiene la experta.

Así, bajo las circunstancias actuales, EE.UU. probablemente no lanzará un “desembarco al estilo de Normandía”. En cambio, optaría por reforzar su cerco naval y, eventualmente, realizar operaciones puntuales bajo su controvertida doctrina antinarcóticos, explica Patiño. “Es una estrategia de contención agresiva, no de invasión territorial”, agrega.

Los desembarcos de Normandía, nombre en clave Operación Overlord, realizados por tropas aliadas en 1944 fueron el punto decisivo que llevó a la caída de la Alemania nazi y el fin de la Segunda Guerra Mundial.

En los últimos días, EE.UU. ha incrementado su presencia naval en el mar Caribe, enviando a la región al USS Gerald R. Ford, el portaaviones más grande del mundo, mientras que tres bombarderos B-52 volaron cerca de la costa venezolana.

¿Un “suicidio estratégico”?

Desde la Doctrina Monroe de 1823 –que promovía su dominio en la región y permitió múltiples intervenciones en países como México, Cuba, Nicaragua y la República Dominicana– Estados Unidos ha considerado a América Latina como su “patio trasero”.

Pero los expertos ven una intervención militar en la actualidad como un movimiento muy arriesgado,en un mundo que avanza hacia un orden multipolar marcado por la competencia entre grandes potencias, principalmente Washington, Moscú y Beijing.

“Debe señalarse que una invasión a gran escala sería un suicidio estratégico: fracturaría el continente, desataría un conflicto prolongado y erosionaría aún más la ya debilitada legitimidad internacional de Estados Unidos”, advierte Alfonso Insuasty Rodríguez, coordinador de la Red Interuniversitaria por la Paz y director del grupo de investigación GIDPAD de la Universidad de San Buenaventura en Medellín, Colombia.

“Todo sugiere que una invasión masiva de Venezuela no sería ni limpia, ni rápida, ni barata. El tamaño del país, su compleja geografía y una estructura de defensa con componentes tanto militares como civiles convertirían el territorio en un escenario de desgaste prolongado”, dice Rodríguez a TRT World.

En 1961, EE.UU. y sus aliados cubanos fracasaron en su desastrosa operación de Bahía de Cochinos, que buscaba derrocar al gobierno comunista de Fidel Castro, anti estadounidense, en Cuba, que se sostiene hasta la actualidad. Cuba es un firme partidario del Gobierno de Maduro.

Debido al legado de intervenciones estadounidenses, poco populares entre los latinoamericanos, muchos en la región rechazan cualquier presencia militar estadounidense. 

Además, distintos grupos insurgentes con raíces socialistas siguen activos en la región. Si EE.UU. avanzara hacia una operación terrestre en Venezuela, estos grupos, con una larga tradición de lucha armada, podrían entrar en escena apoyando al Gobierno de Maduro frente a las tropas estadounidenses y sus aliados, asegura Rodríguez.

Guerra psicológica

Desde esta perspectiva, Rodríguez interpreta las amenazas de Trump como una forma de guerra psicológica contra el gobierno venezolano, no como señales reales de una invasión. A su juicio, Trump está intentando sembrar miedo, división y fracturas internas para debilitar la estructura política de Caracas y justificar nuevas sanciones al Estado petrolero.

Otros expertos también creen que una evaluación exhaustiva de la conducta de Trump —desde Gaza hasta Ucrania, pasando por su breve guerra comercial con China— indica que no está dispuesto a involucrarse en “guerras eternas”, como dijo en su campaña electoral.

A través de su campaña de presión sobre Maduro, Trump busca una fractura institucional de las fuerzas armadas venezolanas, motivando a los generales a lanzar un golpe de palacio para derrocar al líder socialista, dice Patiño, la profesora con sede en Bogotá.

Para Patiño, la experta de Bogotá, la estrategia de presión de Trump apunta a generar divisiones dentro de las fuerzas armadas venezolanas e impulsar a los altos mandos a ejecutar un golpe de Estado contra el Gobierno de Maduro.

Al poner la opción militar sobre la mesa, dentro del hemisferio estadounidense, Trump también busca enviar un “mensaje geopolítico global” disuasorio hacia China, Rusia e Irán, en un intento de “reafirmar la Doctrina Monroe del siglo XXI”, dice.

Los expertos también señalan que la campaña de Trump contra Maduro y el discurso contra el narcotráfico tienen un objetivo en la política interna estadounidense: busca consolidar tanto la base conservadora como el voto hispano, en estados clave como Florida es crucial para los republicanos tanto en elecciones presidenciales como legislativas.

“El discurso del 'narcoterrorismo' cumple el mismo papel que una vez desempeñó el anticomunismo o las ficticias armas de destrucción masiva en Iraq: construir la legitimidad moral para una intervención”, dice Rodríguez.

Así, una amenaza de operación terrestre funciona como “herramienta de coerción, disciplinamiento regional y reafirmación hegemónica”, que busca no solo remover a Maduro del poder, sino evitar que América Latina consolide su propio horizonte en un mundo que avanza más allá del dominio unipolar estadounidense, añade el profesor.

¿Puede Maduro resistir a los movimientos de Trump?

Desde 2013, Maduro —ex conductor de autobús y líder sindical— ha sobrevivido a sanciones de todo tipo y ha fortalecido lazos con Rusia, China e Irán. A pesar de las múltiples acusaciones en su contra, incluido fraude electoral, Maduro continúa disfrutando de un apoyo significativo de las clases medias y bajas de Venezuela.

Debido a que Venezuela no podría ganar una guerra convencional contra EE.UU., el país ha adoptado desde 2005 una doctrina oficial llamada “Guerra Popular Prolongada”, inspirada en Vietnam y Cuba.

“En la práctica, las unidades de élite y los comandantes probablemente se retirarían a terrenos difíciles como la región de Guayana, a la densa selva fronteriza o a centros urbanos altamente poblados como Caracas. Desde allí, podrían mezclarse en áreas civiles y librar una campaña asimétrica”, dice Patiño.

El escenario más probable sería una resistencia prolongada y descentralizada que haría que el país fuera extremadamente difícil de gobernar, dice la experta, agregando que una posible intervención podría llevar a un pánico social pero no a un levantamiento popular. “Los civiles quedarían atrapados en el fuego cruzado, potencialmente desencadenando un nuevo desplazamiento masivo similar a la crisis siria”, agrega.

Ahora bien, Maduro ha calificado el despliegue estadounidense en el Caribe —sin precedentes en décadas— como "la amenaza continental más grave en un siglo", indicando que podría estar preparándose para un enfrentamiento sostenido.

Según Rodríguez, el Gobierno de Maduro movilizará diferentes fuerzas, desde milicias hasta redes territoriales y aliados internacionales, combinando tácticas de guerra asimétrica y apoyo popular para enfrentar a las fuerzas estadounidenses. “Esta combinación convertiría a Venezuela en un escenario de resistencia prolongada, comparable a lo que se ha visto en Yemen o Iraq, pero con mayores capacidades materiales y respaldo diplomático”, observa.

Para Rodríguez, la supervivencia de Maduro actúa como un pilar que resguarda el proyecto de integración regional y el derecho de los pueblos latinoamericanos a determinar su propio destino. “Intervenir en Venezuela es atacar la posibilidad misma de una América Latina soberana, con voz propia y relaciones multipolares”, concluye.