“No es un acuerdo definitivo”: ¿qué hay detrás de la tregua comercial entre EE.UU. y China?
Mientras las dos economías más grandes del mundo siguen inmersas en una disputa por el dominio global, las tensiones comerciales perjudicarán tanto a China como a EE.UU. sin producir un resultado concreto para ninguna de las dos, dicen los analistas.
En medio de las crecientes tensiones comerciales y una inquietud financiera global que solo aumenta, Estados Unidos y China se han visto obligados a confrontar los límites de su arriesgada apuesta económica.
El acercamiento del presidente de EE.UU., Donald Trump, a su homólogo de China, Xi Jinping, ha llevado a lograr una pausa de un año en la guerra comercial que incluyó aranceles de represalia impuestos por ambas partes.
Las tensiones comerciales sacudieron los mercados globales, con Washington experimentando una rápida caída en sus bonos del Tesoro durante el pico en abril de los aranceles significativos de Trump, en una señal de que castigar a Beijing podría ser costoso para EE.UU.
Desde entonces, ambas partes han intentado encontrar una solución a los problemas causados principalmente por aranceles y restricciones a las exportaciones. Trump consideró que su gira asiática era una oportunidad para reunirse con Xi y romper el estancamiento, ya que ninguna de las partes parecía dispuesta a asumir las graves consecuencias de una ruptura completa.
"Ambos lados dependen el uno del otro ciertas áreas. Una fractura total y precipitada tendría consecuencias graves para ambas partes, demasiado grandes para digerirlas en el momento actual", explicó a TRT World Charlie Parton, investigador asociado sénior en el Instituto Real de Servicios Unidos (RUSI), una organización de investigación británica.
Como resultado, tanto Trump como Xi "miraron hacia el abismo y pensaron que era demasiado peligroso" para los dos adentrarse en una ruptura total en la etapa actual, añadió.
Durante la reunión entre Trump y Xi en Busan, Corea del Sur –su primer encuentro cara a cara desde 2019– ambas partes acordaron levantar sus respectivos controles de exportación.
Beijing se comprometió a no implementar sus nuevas normas de licencias de exportación para elementos de tierras raras procesadas, mientras que Washington acordó no restablecer restricciones sobre muchas empresas chinas que compran tecnologías estadounidenses.
China posee el 70% de las reservas mundiales de tierras raras, pero procesa casi el 90% de ellas, las cuales son vitales para la industria de defensa de EE.UU. y para muchas empresas de ese país que producen alta tecnología como vehículos eléctricos y teléfonos.
A principios de abril, en el punto máximo de las tensiones comerciales entre los dos países, Beijing anunció restricciones sobre siete minerales de tierras raras en represalia por los aranceles de Trump a los productos chinos, lo que llevó a muchos en Washington a reconsiderar su estrategia de presión contra Xi.
Más allá de la dependencia económica entre Estados Unidos y China, varios conflictos militares desde Ucrania hasta Gaza y las crecientes tensiones políticas en Oriente Medio elevan los costos comerciales y los riesgos financieros, haciendo que ambos estados reconsideren su guerra comercial, según Mehmet Babacan, profesor de economía en la Universidad de Marmara.
“Los efectos inflacionarios de una guerra comercial entre China y Estados Unidos también ejercen presión sobre los mercados financieros, ya que las expectativas de flexibilización de las condiciones financieras para reducir los costos de endeudamiento en casi todas partes se deterioran”, indicó Babacan a TRT World.
“Una tregua, no un acuerdo de paz”
Trump describió su reunión con Xi como “extraordinaria”, afirmando que “todos los asuntos han sido resueltos”, mientras Xi habló de un “consenso”, que ha abordado “importantes asuntos económicos y comerciales”.
Aunque ambos líderes han indicado que los dos países probablemente firmarán un acuerdo comercial integral, la desconfianza mutua aún oscurece las conversaciones en curso. Los analistas dicen que es más probable que la reunión en Busan resulte en una tregua temporal que en una desescalada de tensiones a largo plazo.
El Partido Comunista Chino, que ha controlado Beijing de forma única desde 1949, no confía plenamente en el liderazgo estadounidense, sospechando que Washington pretende suprimir y contener el poder ascendente del gigante asiático, dijo Parton, refiriéndose a las tensiones del Pacífico y la rivalidad económica global, que abarca desde el sur de Asia hasta África y América Latina.
“El presidente Trump es poco consistente en su formulación de políticas, por lo que Beijing debe considerar que podría cambiar de opinión, lo cual no es una base para la confianza a largo plazo,” añadió el experto, dejando inalteradas las relaciones subyacentes entre los dos países a un nivel fundamental.
El profesor de economía Nurullah Gur, de la Universidad de Marmara, describió el resultado de la reunión Xi-Trump como apenas algo más que una pausa temporal en las tensiones.
“Es una tregua,” sostuvo, destacando que si bien Trump calificó la reunión con “12 sobre 10”, no logró producir ningún avance sustancial.
“Yo la calificaría con un 6 sobre 10 para el mediano plazo,” dijo Gur a TRT World, agregando que ambas partes no lograron alcanzar un acuerdo integral que pudiera conducir a efectos duraderos.
Según Gur, el choque entre las dos potencias surge de prioridades en competencia: la determinación de Xi de mantener el motor económico de China funcionando a toda velocidad, tanto en casa como en el extranjero, y el deseo de Trump de demostrar a su base de “Make America Great Again” (Hacer a Estados Unidos Grande de Nuevo, en español) que está defendiendo a las empresas estadounidenses de la creciente influencia de Beijing.
Una “tregua de un año” permitiría a ambas partes reevaluar sus próximos pasos.
No pueden alcanzar una paz a largo plazo porque los dos enfrentan una competencia seria en áreas críticas, que van desde la inteligencia artificial hasta el acceso a fuentes de energía, especialmente elementos de tierras raras, agrega.
“Estados Unidos percibe a China como una amenaza creciente para su estatus de superpotencia global. Como resultado, el desacuerdo entre Estados Unidos y China es un problema estructural que no puede solucionarse reduciendo aranceles o suspendiendo controles de exportación o acordando comprar más soja estadounidense” apuntó Gur.
En los últimos años, bajo el liderazgo de Xi, China ha exigido que Estados Unidos reformule su antigua relación en un “nuevo tipo de vínculos de grandes potencias”, instando a reformas en instituciones financieras internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, para alinearse con la creciente influencia global de Beijing.
Pero no ha surgido ninguna señal real de que la reciente reunión Xi-Trump llevó a que ambas partes acordaran reformar el orden financiero internacional o alcanzaran un consenso sobre una hoja de ruta para actualizar los antiguos acuerdos comerciales
¿Quién tiene la ventaja?
Los expertos dicen que no ha surgido un ganador claro de la reunión de Busan.
Estados Unidos, diversificando su acceso a elementos de tierras raras, tiene una importancia crucial, por lo que al menos asegurar una suspensión china de un año sobre las restricciones de estos minerales le dará algo de tiempo al Gobierno de Trump para expandir su alcance a otros países alrededor del mundo.
Durante su reciente gira por Asia, Trump firmó acuerdos comerciales con Japón, Malasia, Tailandia, Vietnam y Camboya, que también tienen como objetivo garantizar el acceso estadounidense a sus minerales de tierras raras. La administración Trump también firmó previamente un acuerdo similar con Ucrania.
Djoomart Otorbaev, ex primer ministro de la República de Kirguistán, observó que la “sonrisa tranquila” de Xi y su reflexión mesurada sobre su reunión con Trump señalan la paciencia estratégica y la coherencia chinas.
“Trump puede haberse robado las cámaras. Pero Xi tomó silenciosamente el volante. En geopolítica, como en la historia, no gana el primero en hablar, sino el que puede permitirse esperar,” escribió en una publicación de LinkedIn, diciendo que el juego de Beijing es a largo plazo contra la historia de "éxito total" de Trump destinada al consumo doméstico.
Por ahora, nada indica un ganador claro en esta guerra comercial ya que aún no ha terminado, sino que simplemente está en pausa.
Si ambas partes no se pelean por algún asunto nuevo o actual, revisarán todo en aproximadamente un año, dijo Parton.
“Esto de ninguna manera es un acuerdo definitivo”.