Petro, entre el ataque de la derecha colombiana y la tensión con Trump
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, enfrenta una presión doble que viene de la derecha del país y de Estados Unidos. Su rechazo a las acciones en Gaza y el Caribe le han zanjado esta posición, en la que ahora se pone a prueba su resistencia.
La creciente hostilidad del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hacia su homólogo de Colombia, Gustavo Petro, y sus intentos por desestabilizar el gobierno de ese país, se han acelerado en meses recientes.
Petro ha mostrado una oposición sumamente crítica a varios aspectos de la administración Trump: el apoyo de Washington a las acciones de Israel en Gaza, los ataques a lanchas en el mar Caribe, y los ataques contra Venezuela.
Y si algo no le gusta a Trump es que le lleven la contrario.
Gaza
En el caso de Gaza, Petro simplemente refleja una vieja tradición de la izquierda latinoamericana y colombiana: la solidaridad con el pueblo palestino.
Luego de su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas, Petro participó en una manifestación de apoyo al pueblo palestino en Nueva York. En ella propuso la formación de un “ejército de liberación mundial” que protegiera a los palestinos. Se trató de un gesto inusual en un mandatario, que no tuvo reparos para expresar públicamente su repudio a las acciones de Israel en Gaza.
En el caso de Petro, el rechazo a las acciones de Israel tiene mucho que ver con su propia frustración. En enero de 2024, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, pidió al presidente colombiano que mediara por la liberación de los rehenes capturados por Hamás. Petro aceptó el pedido, siempre y cuando dicha mediación fuera parte de un proceso de paz, con auspicio internacional, entre Israel y los palestinos.
Netanyahu nunca respondió. Luego Petro suspendió la importación de armamento israelí y se sumó a la demanda de Sudáfrica en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
La participación de Petro en la manifestación pro-Palestina en Nueva York, provocó las iras del inquilino de la Casa Blanca, que inmediatamente revocó la visa del mandatario colombiano para ingresar a Estados Unidos.
Lanchas atacadas y acusación infundada
En cuanto a los ataques a lanchas en el mar Caribe, que el gobierno estadounidense sostiene (sin evidencias) que transportan drogas, Petro ha sido muy claro: son inmigrantes inocentes utilizados como peones mortales para atacar a Venezuela, el país con las reservas de petróleo más grandes del planeta. Para el mandatario colombiano, quienes viajan en dichas embarcaciones son simplemente gente desesperada que busca un futuro mejor para ellos y sus familias.
En el caso de Venezuela, Petro ha sido claro: América Latina debe rechazar cualquier amenaza de intervención de Estados Unidos. “Yo no apoyo a Maduro, quiero una solución política y pacífica en Venezuela, pero no apoyo una invasión” escribió en su cuenta de la red social X.
Dicha posición contrasta con la actitud de la lideresa de la oposición venezolana, María Corina Machado, una premio Nobel de la Paz que pide la guerra.
Una vez más, la sed de venganza de Trump se manifestó con toda su insultante elocuencia: el presidente estadounidense acusó a Petro de ser un “traficante ilegal de drogas”.
Esa acusación fue seguida por la suspensión arbitraria y contraproducente de la ayuda económica que recibe Colombia para combatir el tráfico de drogas. Dicha suspensión pone en peligro la campaña del gobierno colombiano para erradicar la producción de drogas orgánicas y sintéticas en su país.
En su discurso ante la Asamblea General de Naciones Unidas, Petro afirmó que “disminuir el consumo de drogas no necesita de guerras; (se) necesita que todos construyamos una mejor sociedad, una sociedad más solidaria, más afectuosa, donde la intensidad de la vida salve de las adicciones y de las nuevas esclavitudes”, concluyó.
Lo que resulta irónico es que cuando Gustavo Petro era senador en 2007, luego de ser elegido por una abrumadora mayoría, inició una campaña de denuncias de la complicidad que existía entre los paramilitares de derecha, el tráfico de estupefacientes y la clase política conservadora colombiana. Esta denuncia generó amenazas de muerte contra él y su familia.
Las acusaciones de Trump a Gustavo Petro siguen la misma dinámica que ha practicado en el caso de Venezuela. Al presidente Nicolás Maduro lo ha acusado de dirigir el Cartel de los Soles, una organización criminal inexistente con la que intenta justificar una intervención directa en Venezuela.
En el caso de Petro, las acusaciones son más absurdas, porque el mandatario estadounidense ni siquiera se ha tomado el trabajo de inventar un cartel, para endosarlo al colombiano. Pero la acusación de Trump viene acompañada de una amenaza implícita: “Cierre esos campos de la muerte, o Estados Unidos lo cerrará por usted”. Es obvio que se trata de una provocación.
La CIA y la desestabilización de Colombia
Al acoso al que está sometido el presidente Petro, se suma ahora lo que parece una campaña de desestabilización en Colombia, que implicaría a un militar de alto rango cercano al presidente.
A finales de noviembre, la cadena Noticias Caracol publicó un ‘informe’ en el que se vinculaba al general Juan Manuel Huertas, jefe del Comando de Personal del Ejército, con el llamado Estado Mayor Central, EMC, grupo de disidentes de la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las FARC, que firmó la paz en 2016. Huertas había sido retirado del ejército y reincorporado a la institución militar por el propio presidente Gustavo Petro.
El principal contingente del EMC está comandado en la actualidad por el disidente Alejandro Díaz Mendoza, alias Calarcá Córdoba.
Según Caracol, el general Huertas, que estaba fuera de la institución militar, se reunió con un hombre de confianza de Calarcá, con el fin de hacer negocios de seguridad juntos. Esta empresa sería una fachada para la compra de armamentos y equipo, que serían entregados a miembros del EMC. Caracol Noticias afirma que Huertas mencionó su relación con Petro, para obtener ventajas.
El ‘informe’ también identifica al funcionario de inteligencia Wilmer Mejía, como parte de la misma trama. Según Caracol, la fuente proviene de archivos decomisados a guerrilleros disidentes arrestados.
El general Huertas ha negado los cargos y ha dicho que se pone a disposición de las autoridades competentes. Por su parte, el presidente Gustavo Petro ha acusado a la CIA de ser la principal fuente de información de las denuncias hechas por Caracol. Petro anunció que ha ordenado una investigación exhaustiva por parte de las autoridades competentes.
El Departamento de Estado de Estados Unidos ha pedido, además, que se investiguen las denuncias.
La derecha se recompone
Por su parte, la derecha colombiana está intentando pescar en río revuelto.
El expresidente Iván Duque ha expresado su desacuerdo con las acusaciones del presidente Petro.
“Llama la atención que se acuse a un aliado incondicional de ‘conspirar’ para debilitar su apoyo a Colombia, lo cual solo favorece a los criminales”, afirma Duque.
Hay que tener en cuenta que la derecha necesita de manera desesperada superar su fragmentación, para proponer un candidato único para las elecciones generales del próximo año. Su oposición al Gobierno de Gustavo Petro se ha convertido en la piedra angular. Y cualquier situación de desestabilización por parte de Estados Unidos, le viene como anillo al dedo, pues le permite denunciar a Petro como un mandatario que no ha sabido lograr la unidad de los colombianos.
En este contexto, el expresidente Alvaro Uribe, quien estaba en el poder cuando el entonces senador Petro denunció los vínculos de los paramilitares con el narcotráfico y la derecha colombiana, está al frente de los intentos por buscar la unidad.
Aunque el exmandatario tendrá otras razones para preocuparse: un tribunal de la ciudad de Antioquía ha sentenciado a su hermano, Santiago Uribe Vélez, a 28 años de cárcel, por su liderazgo del grupo paramilitar ‘Los Doce Apóstoles’ en 1992.
El Gobierno de Gustavo Petro está siendo acosado por dos frentes: Estados Unidos y la derecha colombiana. Solo falta saber si sabrá resistir un embate que afectará, no sólo al presidente, sino a la propia democracia colombiana.