Dentro de los “safaris humanos” de Sarajevo: el genocidio en Bosnia donde se mató por diversión
Una nueva investigación sobre los “safaris de humanos”, también conocidos como “safaris de la muerte”, revela cómo el genocidio de Bosnia se convirtió en un lugar de recreación para extranjeros y por qué la justicia llega tantas décadas después.
A la sombra de uno de los asedios urbanos más brutales que ha vivido Europa, una nueva y escalofriante investigación reabre viejas heridas.
Fiscales en Milán han iniciado un caso por las acusaciones de que, durante el asedio a Sarajevo entre 1992 y 1996, extranjeros adinerados –principalmente italianos– pagaron para participar en “safaris humanos” o “safaris de la muerte”, en los que les disparaban a civiles desarmados desde posiciones serbobosnias en las colinas que dominan la ciudad.
Aunque muchos han conocido los estremecedores hechos desde que ocurrieron, estos volvieron a ganar atención con el impactante documental “Sarajevo Safari”, del director esloveno Miran Zupanic y estrenado en 2022, que revela testimonios en los que se describe este macabro turismo de guerra
De acuerdo a lo revelado por este documental –y por el expediente que el periodista Ezio Gavazzeni ahora presentó a los fiscales– varias decenas, tal vez hasta un centenar, de “francotiradores de fin de semana” viajaron a Bosnia sin ninguna ideología diferente a una pasión por las armas y una emoción perversa.
Las revelaciones confirman lo que los sobrevivientes han denunciado durante décadas, según Albinko Hasic, fundador de BosnianHistory.com, una plataforma dedicada a explorar en profundidad la historia de Bosnia y Herzegovina.
“El asedio a Sarajevo nunca fue una batalla entre dos fuerzas iguales. Fue una campaña sistemática de terror contra civiles que fueron cercados, aislados y deliberadamente atacados”, sostiene Hasic, también experto en historia, en una conversación con TRT World.
“Sarajevo vivió el asedio más largo de cualquier capital en la historia moderna, y miles fueron asesinados mientras hacían las cosas más cotidianas: cuando caminaban al trabajo, recogían agua, o trataban simplemente de sobrevivir”, agrega.
Gavazzeni, quien presentó una denuncia de 17 páginas en Milán, afirma que su evidencia incluye testimonio de funcionarios de inteligencia, un informe de la exalcaldesa de Sarajevo Benjamina Karic, e incluso notas de archivo que sugieren que la inteligencia bosnia había transmitido advertencias sobre lo que estaba sucediendo a los servicios militares italianos en 1993-1994.
La supuesta logística para los viajes apunta a una red: los participantes se reunían en Trieste, volaban a Belgrado vía la aerolínea chárter yugoslava Aviogenex, y desde allí eran escoltados a las colinas controladas por los serbios donde podían abrir fuego.
Quizás el aspecto más depravado de estos “safaris humanos” lo destaca Gavazzeni al señalar que había una “lista de precios” para los objetivos humanos.
Según la denuncia, disparar a un niño supuestamente costaba más que dispararle a un hombre, que a su vez costaba más que disparar a una mujer, mientras que a los ancianos supuestamente se les podía disparar “gratis”.
Las sumas son impresionantes. En términos actuales, los participantes supuestamente pagaron entre 80.000 euros (92.000 dólares) y 100.000 euros (115.000 dólares) por un fin de semana.
Según Hasic, lo que ahora es ampliamente conocido como el “Safari de Sarajevo” cobró relevancia a través de los testimonios de sobrevivientes, reportajes en tiempos de guerra y evidencia documental posterior.
“Durante todo el asedio, residentes reportaron haber visto extranjeros desconocidos en la línea de frente, a menudo portando armas avanzadas o inusuales. Los periodistas de la época también notaron casos donde visitantes eran escoltados a puestos de francotiradores con vistas a la ciudad”, explica Hasic.
Una evaluación colectiva de la evidencia revela un patrón claro.
“Los sobrevivientes han hablado de ello repetidamente. Los periodistas documentaron casos durante la guerra. Los funcionarios de inteligencia lo registraron. Y las últimas investigaciones han presentado nuevos testimonios y material. Cualquier relato individual podría parecer fragmentario por sí solo, pero juntos se refuerzan mutuamente y forman una imagen coherente”, añade Hasic.
Bombardeo constante
El genocidio en Bosnia se desarrolló a través de una serie de campañas sistemáticas ejecutadas en pueblos y aldeas: cada una estaba diseñada para borrar a una población de su tierra. La caída de Srebrenica en julio de 1995 sigue siendo el símbolo más inquietante de esta intención.
En cuestión de apenas días, más de 8.000 hombres y niños bosnios musulmanes fueron ejecutados después de que los cascos azules holandeses fueran rebasados, convirtiéndose en la peor matanza masiva en suelo europeo desde la Segunda Guerra Mundial.
Las familias fueron separadas, linajes masculinos enteros fueron eliminados, y miles siguen buscando los restos de sus seres queridos.
Pero Srebrenica fue solo uno de los rostros del genocidio. A lo largo de Bosnia, los civiles quedaron atrapados bajo asedios, encarcelados en campos, o forzados al exilio mientras avanzaba el proyecto de limpieza étnica.
“También es importante entender que la guerra de Bosnia nunca estuvo apartada del mundo exterior. Combatientes extranjeros, mercenarios y oportunistas de múltiples países se insertaron en el conflicto”, dice Hasic.
“Algunos vinieron por ideología, otros por dinero, y otros simplemente por buscar emociones. La participación de extranjeros que pagaron para dispararles a civiles es impactante, pero es completamente coherente con la anarquía que rodeó la guerra, y las formas en que los extranjeros la explotaron”, agrega.
El asedio de Sarajevo fue uno de los capítulos más oscuros de la masacre. Durante casi cuatro años, los civiles vivieron bajo bombardeos constante y fuego de francotiradores. Más de 11.000 personas fueron asesinadas en la ciudad, y calles como el Bulevar Mesa Selimovic se hicieron infamemente conocidas como “Callejón del Francotirador”.
En ese mundo de terror diario, la idea de que turistas pagaron para matar ha reabierto viejas heridas para una sociedad todavía atormentada por el trauma del asedio.
Ahora, con los fiscales de Milán investigando formalmente los hechos, bajo cargos de homicidio voluntario agravado por crueldad y motivos viles, hay una esperanza cautelosa entre los sobrevivientes.
Algunos creen que esto finalmente podría llevar a una rendición de cuentas para aquellos que trataron la vida humana como presa. La reapertura de este capítulo también puede ser una oportunidad para el recuerdo colectivo y la sanación.
“La investigación de Milán importa porque finalmente muestra una voluntad de escudriñar las acciones de ciudadanos extranjeros individuales que han participado en crímenes durante el sitio”, dice Hasic. “Durante tanto tiempo, este lado de la historia fue ignorado”, complementa.
“Para los sobrevivientes, señala algo aún más importante: que la justicia sigue siendo posible, incluso después de 30 años. Les recuerda a todos que los crímenes contra civiles no simplemente se desvanecen con el tiempo o desaparecen porque el continente prefiere seguir adelante”.
Cuando se trata de Europa, agrega, las implicaciones son aún más profundas. “Durante décadas, la guerra de Bosnia fue enmarcada como una tragedia que se desarrollaba en el borde de Europa, algo que sucedía 'allá'”.
Según Hasic, la investigación desmantela esa narrativa.
“Si ciudadanos de países europeos realmente viajaron a Sarajevo para matar civiles por deporte, entonces Europa no fue un observador distante. Estuvo enredada en la violencia. Fue parte del problema”, asevera.
Y subraya que este momento podría impulsar a los gobiernos a reabrir casos cerrados, desclasificar archivos, y finalmente trazar hasta dónde llegaron estas redes de participación.
También puede obligar a Europa a confrontar el prejuicio y la deshumanización que moldearon sus decisiones en tiempos de guerra, incluidas las elecciones que dejaron a los civiles expuestos e indefensos.