Atrapada en Ciudad de Gaza con sus tres hijas, una madre dice que están “esperando morir”
Atrapada en Ciudad de Gaza con sus tres hijas, una madre dice que están “esperando morir”
En una ciudad devastada y bajo el brutal asedio de Israel, Noor Abu Hassira, una madre inmovilizada por heridas de la ofensiva de Tel Aviv, se refugia con sus tres hijas sin poder huir, temiendo que cada día pueda ser el último.
hace 4 horas

Las explosiones sacuden las paredes del oscuro sótano en la Ciudad de Gaza donde Noor Abu Hassira y sus tres hijas se refugian.

No pueden ver mucho a través de la pequeña ventana elevada a la que tienen acceso. Pero, si los zumbidos de drones y el sonido de los bombardeos son un indicio, las fuerzas israelíes se están acercando.

Abu Hassira ha decidido no evacuar, a pesar de las advertencias israelíes para salir de la Ciudad de Gaza. 

Sus graves heridas en las piernas, causadas por un bombardeo de Israel que destruyó su hogar al inicio de la ofensiva genocida en octubre de 2023, le impiden huir. Como muchos en este territorio devastado, tampoco puede reunir los 2.000 dólares que, según calcula, costaría trasladarse al sur de Gaza e instalarse en un campamento de desplazados.

En contraste con la mayoría de los palestinos en la Ciudad de Gaza que han huido hacia el sur en algún momento de los 23 meses de genocidio israelí, Abu Hassira ha permanecido mayormente postrada en cama: excepto por las 11 veces que ha tenido que reubicarse dentro de su ciudad para protegerse de los ataques israelíes.

Con su esposo encarcelado en Israel, ella y sus tres hijas —Jouri, Maria y Maha— forman parte de los cientos de miles de palestinos que aún permanecen en la Ciudad de Gaza, que antes de la ofensiva albergaba a un millón de habitantes. “Parece que estamos esperando la muerte, ya no me importa tanto”, escribió Abu Hassira por mensaje de texto.

Israel sostiene que su devastadora campaña militar busca destruir a Hamás y liberar a los rehenes tomados durante la incursión que desató la ofensiva, y asegura estar tomando medidas para mitigar daños a los civiles. Pero, si la familia Abu Hassira lograra llegar al sur, sus problemas no terminarían.

“Tengo miedo de vivir en una tienda con mis hijas. Temo que nos ahoguemos en invierno. Temo a los insectos. ¿Cómo conseguiremos agua?”, dijo.

Un bombardeo israelí destruyó su hogar

Ocho meses antes de que empezara la ofensiva de Tel Aviv, Abu Hassira y su familia se habían mudado a un apartamento en la Ciudad de Gaza. Ella trabajaba como técnica de laboratorio médico, mientras que su esposo, Raed, era periodista en un medio de comunicación señalado de tener vínculos con el grupo de resistencia palestino Hamás. Abu Hassira sostuvo que su esposo no era miembro del grupo.

La familia parecía encaminada hacia una vida estable. Jouri, la mayor, asistía a la escuela primaria; Maria estaba a punto de comenzar el jardín de infancia y la pequeña Maha era apenas un bebé. “Trabajamos y ahorramos durante 10 años para tener un hogar cómodo y bonito, nuestra casa soñada. Ahora ha desaparecido”, relató.

Tras los ataques de la resistencia palestina a Israel el 7 de octubre de 2023, Tel Avivinició su campaña genocida con intensos bombardeos en Gaza y una invasión terrestre. Ese diciembre, el edificio de los Abu Hassira fue atacado. La explosión derrumbó un pilar de concreto que dejó a Abu Hassira atrapada bajo los escombros, fracturando sus hombros, espalda y piernas. Entró en coma. Sus hijas también quedaron enterradas, aunque todas sobrevivieron.

Tropas israelíes asaltaron el hospital donde Abu Hassira despertó, el Hospital Al-Shifa.

Su hija Maria yacía a su lado con fractura de cráneo. Las fuerzas israelíes habían allanado el hospital semanas antes, acusando a Hamás de refugiarse allí. 

Los suministros escaseaban.

El hospital estaba lleno de familias desplazadas y los médicos no tenían la capacidad de atender el constante flujo de heridos que entraban por las puertas.

En medio de este caos, su esposo envió a las otras dos niñas a quedarse con un tío para poder cuidar a la madre y la hija en el hospital. “Él me cambiaba los pañales, la ropa”, afirmó Abu Hassira.“Estuve acostada de espaldas durante tres meses, y él me cuidaba, me peinaba y me bañaba”.

En marzo de 2024, tropas israelíes volvieron a asaltar el hospital, arrestando a decenas de hombres, incluido su esposo. Desde entonces, forma parte de los cientos de palestinos detenidos durante la ofensiva, cuyo paradero y estatus legal siguen siendo desconocidos.

No ha vuelto a tener noticias suyas. Según Addameer, un grupo palestino de asistencia legal, un abogado logró visitarlo en una prisión israelí en noviembre. Sin embargo, el servicio penitenciario israelí, la agencia de inteligencia Shin Bet y el ejército se han negado a explicar por qué fue detenido o dónde permanece.

“Maha tenía poco más de un año cuando se llevaron a su padre”, dijo Abu Hassira. “Nunca ha dicho la palabra ‘papá’.”

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Temía que sus hijas murieran

El ejército israelí afirmó haber matado a unos 200 supuestos miembros de Hamás, durante las dos semanas de operaciones dentro del extenso Hospital Al-Shifa. La Organización Mundial de la Salud informó que 21 pacientes murieron durante el asedio. Israel negó causar daños a civiles.

Abu Hassira, quien dijo que los soldados le indicaron que se fuera, huyó del ataque con una sola bolsa, dejando su silla de ruedas y la mayoría de su ropa y alimentos. A partir de entonces, la familia pasó el resto del año moviéndose de un lugar a otro, mientras Tel Aviv intensificaba los allanamientos en Gaza y sus alrededores.

“La parte más difícil es vivir en casas de otras personas... especialmente con niños pequeños, y todo es caro. No tenía ropa ni pertenencias, así que tuve que usar las suyas”, explicó.

La situación empeoró en el otoño de 2024, cuando Israel prácticamente selló el norte de Gaza, incluida la Ciudad de Gaza, mediante operaciones terrestres de gran escala y restricciones severas a la ayuda humanitaria. El agua potable escaseaba y la comida se limitaba a poco más que pan. Jouri, la hija mayor, cayó en la desnutrición y enfermó.

“Me sentía débil, sola, indefensa”, relató Abu Hassira. “Tenía miedo de que mis hijas murieran y yo no podía hacer nada por ellas”.

Un vecino se ofreció a llevar a Jouri a un programa de tratamiento contra la desnutrición, donde la niña comenzó a recuperarse.

En enero, un alto el fuego largamente esperado trajo un respiro y la esperanza de que la ofensiva llegara a su fin. Cientos de miles de personas regresaron a Gaza, y Abu Hassira pudo reencontrarse con su familia extendida.

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La ofensiva se reanuda

Pero Israel rompió el alto al fuego en marzo, lanzando más ataques aéreos tras detener por completo la entrada de alimentos, medicinas y otros bienes en un bloqueo total. 

En la Ciudad de Gaza, familias como los Abu Hassira a menudo carecen de alimentos, cuyo precio es 10 veces mayor que antes de la ofensiva: un kilogramo de azúcar alrededor de 180 dólares, un kilo de harina unos 60 dólares.

Más de 65.000 palestinos han sido asesinados en los ataques israelíes, según el Ministerio de Salud de Gaza, en su mayoría mujeres y niños.

El ministerio forma parte del gobierno de Hamás, pero agencias de la ONU y expertos independientes consideran sus cifras como la estimación más fiable de víctimas. En agosto, expertos internacionales determinaron que Gaza sufría una situación de hambruna impuesta por Israel.

Semanas después, Israel lanzó una ofensiva para ocupar la ciudad, argumentando que era necesario para presionar a Hamás a liberar a los 48 rehenes restantes, unos 20 de ellos aún vivos según Israel.

Abu Hassira ha visto los folletos de evacuación lanzados por aviones israelíes.

Muchos de sus vecinos se han marchado. Pero ella apenas puede caminar, y un traslado en camión hacia el sur costaría unos 900 dólares. Una tienda de campaña costaría alrededor de 1.100 dólares, y nadie sabe dónde la colocarían.

La denominada “zona humanitaria” designada por Israel consiste mayormente en campamentos hacinados y edificios demolidos.

Las familias que se han desplazado a esos lugares los han encontrado inseguros y precarios, con escasez de recursos y presencia de bandas armadas que patrullan la zona para exigir alquiler.

Por ahora, Abu Hassira afirma que ella y sus hijas permanecerán en el sótano de la casa de sus padres, en lo que antes era un barrio acomodado de Rimal, cerca del mar Mediterráneo.

Cuenta que no puede cocinar ni lavar, y pasa los días sentada en una silla o acostada. Necesita ayuda incluso para ir al baño.

“Ojalá mis hijas y yo muriéramos juntas antes de que nos obliguen a irnos”, dijo.

“Estamos agotadas”. 


FUENTE:TRT Español y agencias
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