En un contexto internacional crecientemente fragmentado —donde el unilateralismo de las grandes potencias ahora socava los viejos equilibrios— emerge la urgencia de construir nuevas estructuras de cooperación capaces de activar la voz y el protagonismo de las potencias intermedias, “middle powers” en inglés.
Y es en ese escenario donde los foros globales como el de Doha, el Foro Diplomático de Antalya y el París Peace Forum adquieren un papel estratégico. No sólo son espacios de deliberación, también se convierten en “puertas de incubación” de alianzas entre regiones, incluida América Latina, que tiene justamente allí una oportunidad.
¿Por qué los foros de diálogo internacional son vitales hoy?
No hay que perder de vista el desgaste del multilateralismo tradicional y el resurgimiento del unilateralismo. La reciente crisis causada por decisiones unilaterales de grandes potencias —ya sea en materia de sanciones, seguridad, aranceles comerciales o consideraciones geopolíticas— ha expuesto la fragilidad de las actuales instituciones globales.
Bajo este contexto, los espacios tradicionales de gobernanza multilateral a menudo se paralizan por bloqueos o veto político. En consecuencia, las potencias intermedias pierden influencia si no se organizan en nuevos formatos concertados.
Es ahí donde encuentros como el Foro de Doha (largamente consolidado) abre una oportunidad que puede ser de oro para los “middle powers”. Al reunir a gobernantes, académicos, representantes de sociedad civil, actores del sector privado y expertos de todo el mundo, las relaciones que se entablan en este tipo de eventos no se limitan a contactos diplomáticos formales.
Estos escenarios permiten una “diplomacia paralela”, en la que a través de mesas redondas, encuentros bilaterales informales y redes entre sociedad civil, empresas y académicos, se cultivan vínculos exentos de las rígidas formalidades diplomáticas.De hecho, abren la puerta a que se construyan redes de colaboración diversificadas, desde comercio y inversiones, hasta innovación, desarrollo sostenible, cultura o tecnología.
En estos foros puede estar respuesta a la necesidad que tienen las potencias intermedias para encontrarse, dialogar y generar confianza. LOs “middle powers” poseen —o pueden desarrollar— autonomía estratégica, legitimidad moral y una agenda de intereses —económicos, comerciales, geopolíticos, culturales— que las hacen valiosas como mediadoras o nodos de cooperación entre bloques distintos. Pero aún falta el paso adicional del contacto y la comunicación entre ellas.
Por ejemplo, el Foro Diplomático de Antalya (ADF, por sus siglas en inglés, ha funcionado como un espacio de diplomacia global con cientos de participantes que representan a distintos países. Este tipo de eventos puede ser el eje de la “primera conexión” entre actores de regiones geográficas lejanas.

La oportunidad que tiene Latinoamérica
Ante esta perspectiva, a América Latina se le abre un panorama sin igual, pues la diversificación de interlocutores globales no es una simple estrategia, sino una necesidad creciente en la región. Los riesgos de depender exclusivamente de algunas potencias tradicionales se han vuelto patentes en los últimos años. Latinoamérica se ha convertido en un escenario de frecuentes tensiones derivadas de intereses geopolíticos, medidas proteccionistas y la utilización de aranceles como armas de presión e injerencia política.
La región debe mirar estos foros con atención, pues no sólo permiten espacios de intercambio de experiencias, sino que se constituyen en verdaderos procesos pedagógicos multilaterales donde los participantes comprenden la verdadera dimensión de los retos y problemas que enfrentan otros países y regiones. Problemas y retos que a la distancia no sólo parecen lejanos, sino con poca o ninguna consecuencia real para los dialogantes.
La conversación de los foros nutre, además, el proceso de reflexión que informa y presiona a los Estados a considerar cambios en sus estrategias de política exterior o en sus estrategias y políticas públicas en temas críticos como la migración, el medio ambiente, el crimen organizado, la salud, los derechos humanos y los conflictos armados y los mecanismos para lograr una paz duradera.
Un multilateralismo pragmático
De acuerdo con los análisis predominantes sobre alianzas de las potencias intermedias, las agrupaciones informales —sin una secretaría general ni oficinas, por ejemplo — entre estos países pueden contribuir eficazmente al desarrollo sostenible y a la gobernanza global. Y como ejemplo tenemos el caso del grupo MIKTA, integrado por México, Indonesia, Corea del Sur, Türkiye y Australia.
Esta iniciativa demuestra cómo potencias intermedias de diferentes regiones, a miles de kilómetros, pueden coordinar agendas globales, reafirmando que espacios como los foros internacionales son adecuados para expandir esas redes. De hecho, mirando a futuro, podrían ser utilizados como escenarios para juntar ofertas diplomáticas con necesidades concretas de países latinoamericanos, generando sinergias más allá de lo bilateral. Türkiye, miembro de MIKTA, ha manifestado públicamente su intención de potenciar sus relaciones comerciales y políticas con América Latina y el Caribe, donde varias de sus agencias gubernamentales ya tienen presencia.
En los últimos años, Ankara ha incrementado significativamente su presencia diplomática en América Latina, multiplicando sus misiones en la región y firmando tratados de libre comercio, acuerdos de protección de inversiones y convenios de cooperación en defensa, comercio e industria. Además, el país reafirmó su interés en la región al celebrar 75 años de relaciones diplomáticas con varios países de América Latina, lo que demuestra que la intención de construir puentes intercontinentales no es retórica.

En esa línea, está la creciente inclusión de actores latinoamericanos en debates globales. El Foro de Doha anunció recientemente la integración de sesiones de alto nivel para el diálogo global, con participación extendida a regiones como África, Asia y América Latina, lo que evidencia su capacidad de atraer actores de nuestro continente.
Para esta edición de 2025, el Foro de Doha programó un panel titulado “Middle Powers as Bridge-Builders: Reinventing Global Cooperation” (“Potencias intermedias como constructores de puentes: reinventando la cooperación global”). Una sesión de esta magnitud anticipa una apuesta explícita por reconocer a los “middle powers” como actores clave de mediación y cooperación global.
Una gobernanza más representativa
Ante la volatilidad producida por el unilateralismo de potencias dominantes, los países latinoamericanos podrían beneficiarse de interlocutores alternativos que ofrezcan cooperación comercial, inversiones, transferencia de tecnología, colaboración en seguridad o desarrollo sostenible. Las “middle powers” pueden llenar ese espacio si tienen canales abiertos de diálogo y confianza mutua.
Los foros globales de diplomacia ofrecen una ventana para reconstruir la agencia internacional latinoamericana desde una perspectiva más autónoma, plurilateral y pragmática. Participar activamente en ellos —no como espectadores, sino como actores con propuestas propias— permite a países de la región insertarse en redes de cooperación más amplias, compartir experiencias con otras regiones, y diversificar alianzas. La llamada cooperación sur-sur y la cooperación para el desarrollo, se encuentran en crisis.
Así mismo, al colaborar con otras potencias intermedias —países medianos con capacidad de iniciativa y un relativo margen de maniobra importante—, América Latina podría, sin duda, contribuir a moldear una gobernanza global más representativa, democrática y menos centrada en los grandes bloques.
El siguiente paso
Ahora bien, para que el impacto de los foros como Doha o Antalya sea mayor es necesario avanzar hacia la institucionalización de mecanismos de cooperación más duraderos. ¿Cómo lograrlo? Por un lado, la conformación de redes de cooperación multilateral entre actores de potencias intermedias, además de la creación de subplataformas temáticas como comercio, educación, seguridad, cambio climático, desarrollo tecnológico, etc. Tampoco se pueden perder de vista los memorandos de entendimiento o acuerdos de cooperación al término de las sesiones, con seguimiento continuo.
Hay otra oportunidad y es que los foros desarrollen una vocación operativa, además de los tradicionales paneles de discusión y de presentaciones, y que generen proyectos concretos: cooperación en desarrollo sostenible, infraestructura, comercio, innovación, cultura. En esa línea también se deberían promover mecanismos de rendición de cuentas y seguimiento de los acuerdos surgidos.
Si los acuerdos provenientes de los foros no se traducen en compromisos concretos —con recursos, mecanismos de implementación y seguimiento—, el impacto puede quedar reducido a declaraciones simbólicas.
Ámbitos como el comercio, la inversión, la seguridad, la tecnología, el desarrollo sostenible, la cultura, la migración, la energía o la defensa podrían beneficiarse de esa apertura plurilateral. Para América Latina —y en particular para México—, la apuesta no es menor: significa insertarse como actor activo en la construcción de una arquitectura global más plural, equitativa y sostenible.
En ese sentido, los hoy foros de diálogo podrían transformarse en el andamiaje de una nueva diplomacia interregional.















