CLIMA
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COP30 en fase clave: división por combustibles fósiles y fondos, mientras Brasil impulsa acuerdo
En la conferencia de la ONU sobre cambio climático, COP30, Brasil busca acuerdos, pero los choques sobre financiamiento y combustibles fósiles evidencian la división global. A medida que se acercan los días decisivos, ¿qué avances se han logrado?
COP30 en fase clave: división por combustibles fósiles y fondos, mientras Brasil impulsa acuerdo
En la conferencia se ha destacado el papel de Brasil como anfitrión y mediador.
19 de noviembre de 2025

Las miradas están puestas en la pequeña ciudad brasileña de Belém, puerta de entrada al Amazonas, donde delegaciones y expertos de todo el mundo debaten el futuro de la crisis climática. La conferencia de la ONU sobre cambio climático, la COP30, ha entrado en su fase decisiva tras días de intensas negociaciones, lideradas por Brasil, pero marcadas por divisiones que, a solo dos días del cierre del evento, amenazan con frustrar las expectativas de alcanzar acuerdos significativos.

Entre los temas que más controversia han generado desde el inicio de la cumbre, el pasado lunes 10 de noviembre, destacan la responsabilidad financiera de los países desarrollados y la eliminación progresiva de los combustibles fósiles. La reunión también ha estado marcada por la fuerte presión de los pueblos indígenas y de la sociedad civil local, quienes exigen acciones concretas frente a la crisis climática y han organizado movilizaciones para visibilizar problemáticas que, aseguran, la COP no está abordando.

Hoja de ruta para los combustibles fósiles

En la conferencia se ha destacado el papel de Brasil como anfitrión y mediador. Y es que Brasil quiere que su COP30, la primera en celebrarse en el Amazonas, sea un éxito. Sus diplomáticos hacen trabajar a los negociadores día y noche con la esperanza –considerada por algunos demasiado optimista– de alcanzar un primer consenso este miércoles, cuando está prevista la presencia del presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva. 

Ahora bien, con el encuentro en marcha, el debate sobre los combustibles fósiles –petróleo, gas natural y carbón– ha quedado en el centro y se convirtió en la causa principal de divisiones. También genera controversia el papel de los llamados “combustibles de transición”, como el gas fósil, cuya inclusión en los planes de descarbonización genera opiniones encontradas.

En este contexto, la presidencia brasileña presentó un borrador que propone triplicar la financiación pública destinada a acciones de adaptación y desarrollar “hojas de ruta” para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. 

El documento plantea, por un lado, aumentar los recursos provenientes de fondos públicos hacia 2030 o 2035 respecto a los niveles de 2025, una demanda histórica de los países en desarrollo que buscan evitar préstamos privados con altos intereses. Por otro lado, busca negociar una “hoja de ruta” para superar gradualmente la dependencia de los combustibles fósiles, iniciativa que ya cuenta con el apoyo de más de 80 naciones, aunque algunos estados árabes y productores de petróleo muestran resistencia.

El borrador también propone la creación de una “mesa redonda ministerial” para acompañar a los países en la transición hacia energías más limpias, a pesar de que varios delegados consideran que el texto es débil y requiere mayor concreción, con plazos y objetivos claros.

En este punto, Colombia ha asumido un rol de liderazgo al también impulsar una declaración política que llama a establecer una hoja de ruta para abandonar los combustibles fósiles.

Entretanto, ONG ecologistas como Greenpeace y World Wildlife Fund (WWF) valoran positivamente la propuesta, aunque advierten que debe ser robusta y acompañada de hitos concretos para no convertirse en otra iniciativa olvidada.


Financiación climática: el desafío del billón de dólares

La financiación climática emergió como un eje central de las discusiones desde los primeros días de la cumbre. Los delegados de los países en desarrollo enfatizan que los recursos prometidos por las naciones ricas, como los 300.000 millones de dólares anuales comprometidos en la COP29 de Bakú, deberían provenir principalmente de fondos públicos. Pero sus aspiraciones no se detienen ahí, sino que su objetivo es más ambicioso: movilizar hasta 1,3 billones de dólares anuales para enfrentar la crisis climática de manera efectiva.

Frente a esto, varios países y representantes del sector privado, han anunciado compromisos a gran escala, aunque centrados principalmente en inversiones privadas. A pesar de su magnitud, estos compromisos no reemplazan la necesidad de un financiamiento público robusto y garantizado, considerado indispensable por los países en desarrollo.


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Entre el pesimismo y las ausencias

Ahora bien, la conferencia comenzó con grandes expectativas: lograr los acuerdos de financiamiento que no se alcanzaron en la COP29, celebrada en noviembre pasado en Bakú, Azerbaiyán, y ajustar las metas de reducción de emisiones de carbono. No obstante, en este último punto surgió cierto pesimismo incluso antes de comenzar: aunque 113 países —que representan el 69% de las emisiones globales— habían entregado sus metas antes de la cumbre, las dificultades para alcanzar consensos y las presiones internas provocaron que 64 de ellos lo hicieran a última hora.

La ONU instó a mejorar estas propuestas, señalando que aún son insuficientes: incluso con los ajustes presentados, solo podrían reducir las emisiones globales en un 12% para 2035 respecto a 2019, cifra insuficiente para alcanzar el límite de 1,5 °C establecido en el Acuerdo de París.

El secretario ejecutivo de la ONU para el Cambio Climático, Simon Stiell, advirtió que “las emisiones no se están reduciendo con la suficiente rapidez” e instó a los países a acelerar la transición para abandonar los combustibles fósiles, que son la principal fuente de contaminación del planeta, convirtiéndose en un tema que debe abordarse en profundidad y con urgencia.

En este punto también destaca el mencionado borrador de Brasil, que aborda además la insuficiente ambición de los compromisos públicos para cumplir con lo estipulado en el Acuerdo de París. Para ello, propone la “Hoja de ruta de Belém hacia 1,5”, destinada a cerrar la brecha de implementación y elevar la ambición de los países.

Ausencia de EE.UU., el más contaminante del mundo

Esta COP30 también ha estado marcada por la ausencia de Estados Unidos, uno de los países que más gases de efecto invernadero emiten junto con China e India, cuyos líderes tampoco estuvieron presentes. El presidente de EE.UU., Donald Trump, ha negado públicamente la gravedad de la crisis climática, calificándola como “la mayor estafa de la historia”. Tras asumir su segundo mandato, anunció nuevamente la retirada de su país del Acuerdo de París, al igual que hizo durante su primer gobierno.

Su ausencia y su postura negacionista fueron ampliamente criticadas por líderes mundiales, autoridades estadounidenses presentes, como el gobernador de California, Gavin Newsom. Este calificó la ausencia de su país como una “abominación” y una “vergüenza”, y subrayó que, pese a ello, los demócratas asistían a la cumbre para “hacer algo al respecto”.

En la misma línea, el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, criticó duramente el aumento del gasto militar por parte de potencias como Estados Unidos y Europa y lamentó la falta de los “hombres que hacen la guerra” en la COP30. “Sería mucho más barato invertir 1,3 billones de dólares anuales para resolver el problema climático que los 2,7 billones que se gastaron en guerras el año pasado”, sostuvo Lula.

Los indígenas agitan la COP30

Por otro lado, en paralelo a la conferencia oficial, se llevó a cabo un encuentro alternativo: la “Cumbre de los Pueblos”. Este espacio busca denunciar la crisis ambiental y presentar soluciones concretas desde las comunidades más afectadas.

La semana pasada, durante cinco días, grandes grupos conformados por indígenas, familias afectadas por represas, defensores de la tierra y comunidades ribereñas mostraron alternativas frente a la falta de acción efectiva de la COP oficial y la influencia de intereses corporativos.

En las calles, los pueblos indígenas brasileños protagonizaron varias protestas. En el segundo día, un grupo de indígenas y ecologistas ingresó a la zona restringida de la ONU, mientras que días antes los nativos mundurukús bloquearon el acceso principal al centro de convenciones, generando largas filas.

“Somos lo contrario a la COP… Allí van las empresas de pesticidas, las mayores responsables de la degradación de los suelos, y los negociadores difícilmente escuchan a los movimientos populares”, señaló el activista ecologista Erô Silva, en diálogo con la agencia de noticias EFE. 

También activistas como Leo Cerda, indígena kichwa de 37 años, ha navegado 3.000 kilómetros por los ríos amazónicos para participar en la Cumbre, denunciaron que “queremos que la financiación nos llegue directo a los pueblos originarios y que las metas sean vinculantes… ¡Basta ya de palabrería!”, mientras Raquel Mura, de 19 años, destacó que la cumbre alternativa es “fundamental para que oigan a quienes protegemos las selvas y cuidamos del agua… Si no lo hacen, será una COP como las otras, aunque se celebre en la Amazonía”.

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FUENTE:TRT Español y agencias