El teatro del desafío: el mensaje escenificado de Hamás al mundo
A través de un evento cuidadosamente orquestado en la Plaza Palestina, Hamás utilizó un poderoso simbolismo para proyectar control, fuerza y legitimidad a su audiencia y al mundo.

Cuatro soldados israelíes sonrientes participaron en una manifestación más amplia de resistencia. / Foto: Reuters.
En un evento impactante y meticulosamente preparado este sábado en la Plaza Palestina en Gaza, Hamás presentó a cuatro soldados israelíes capturadas durante los acontecimientos del 7 de octubre de 2023, poco antes de su liberación.
Lejos de ser una mera exhibición de poder, el acto fue una representación cargada de simbolismo, desafiando las narrativas dominantes y ofreciendo un mensaje contundente sobre la asimetría de poder de la ofensiva en curso. La escena, con un aire teatral, contenía un significado deliberado, que exige un análisis más profundo.
Las soldados capturadas subieron al escenario, no como cautivas temblorosas, sino como figuras serenas e íntegras. Vestidas con sus uniformes militares, mostraban un sorprendente aire de calma, una actitud notablemente imperturbable. También se les vió con una apariencia y salud impecables, un hecho confirmado posteriormente por las autoridades israelíes.
El intrincado trenzado del cabello de una soldado israelí, un detalle que en principio puede parecer trivial, destacó como un profundo símbolo. El peinado requiere tiempo y esfuerzo para trenzarse, lo que simboliza el cuidado, la posesión de uno mismo y el sentido de la agencia. Este detalle sutil desafía la narrativa de la total victimización al presentar a estas personas como serranas y cuidadas, incluso en cautiverio.
A través de estos detalles cuidadosamente seleccionados, Hamás pareció instar a su audiencia a reconsiderar sus suposiciones, presentando a estas cautivas no como objetos de lástima, sino como piezas en un juego geopolítico más amplio.
Mientras las soldados descendían de los vehículos de Hamás, saludaron a la multitud con sonrisas y saludos. Los miles de asistentes respondieron con vítores, silbidos y risas, creando una atmósfera surrealista que trascendió las dinámicas habituales de animosidad y miedo.
Este peculiar intercambio, una multitud vitoreando a sus cautivas, y las cautivas respondiendo con aparente facilidad, desafió los clichés tradicionales de la propaganda bélica.
No había señales visibles de terror en sus ojos, ni ningún sobresalto ante la posibilidad de una bala perdida o un acto de venganza. En cambio, sus risas sin reservas y las olas repetidas sugerían una sensación surrealista de seguridad, como si estuvieran en un escenario donde las reglas de la guerra habían sido suspendidas temporalmente.
Los vítores de la multitud no solo servían de apoyo a Hamás, sino como un reflejo de una conexión más profunda y visceral con los símbolos y mensajes que se transmitían.

Multitudes de palestinos jubilosos se reúnen en Gaza para presenciar la liberación de rehenes israelíes. / Foto: Reuters.
Cordones con la kufiya
Cada soldado llevaba un regalo, aparentemente otorgado por Hamás. Alrededor de sus cuellos colgaban tarjetas de identificación, con cordones adornados con el icónico patrón de la kufiya palestina
Estos no eran simples accesorios; eran recordatorios de la lucha palestina duradera. La kufiya, un símbolo de resistencia y lucha, llevaba consigo el peso de décadas de oposición.
Adornando los cuellos de las cautivas, susurraban una afirmación silenciosa de la legitimidad y la lucha palestina. Como si Hamás estuviera declarando: “Incluso en tu cautiverio, eres testigo de nuestra causa”.
En el escenario, detrás de ellos se alzaba un vasto telón de fondo con la bandera palestina y el emblema de la operación “Inundación de Al-Aqsa”. Estos símbolos eran muy significativos, reforzaban los temas de la victoria y la perseverancia y ofrecían un anclaje visual para la narrativa palestina.
Armas como trofeos
Más tarde, combatientes armados de Hamás subieron al escenario mostrando armas que, según se informó, fueron confiscadas durante los ataques del 7 de octubre. Estas armas no eran meros despojos de agresión, sino trofeos que simbolizaban no solo el éxito militar, sino también el desafío frente a la ocupación y una refutación tangible a la abrumadora fuerza de Israel.
La colocación de estas armas con los soldados sonrientes creó una narrativa visual descarnada difícil de ignorar. Su presencia en el escenario era un recordatorio de que, incluso en medio del espectáculo, la realidad de la violencia acechaba justo debajo del calculado pulido de la propaganda.
La actuación del poder
La elección de Hamás de presentar a estas rehenes en buen estado de salud, sonriendo y relacionándose con la multitud, fue un acto deliberado de comunicación. Contrastaba marcadamente con el sufrimiento que los palestinos soportan a diario. Al presentar este cuadro de control y civilidad, Hamás buscó desafiar la representación predominante de sus combatientes como despiadados y desalmados.
Sin embargo, bajo esta capa se vislumbraban tensiones subyacentes y el peso psicológico de la ofensiva, a través de la constante vigilancia de los combatientes de Hamás, cuyas miradas repetidas hacia el cielo delataban una ansiedad persistente mientras los aviones israelíes sobrevolaban, recordando el costo humano que todos los bandos soportan en este conflicto duradero.
La risa y la aparente tranquilidad de las soldados israelíes no eran meros reflejos de su trato, sino un dispositivo narrativo calculado. Este fue un mensaje de dominio, un recordatorio de que, incluso en cautiverio, estos soldados eran participantes en una representación más amplia de resistencia.
El evento tenía como objetivo tanto controlar la narrativa como demostrar poder, y en este teatro, Hamás buscó reinventarse no sólo como el protector de Gaza, sino como un movimiento arraigado en la legitimidad y la justicia.
Incluso la presencia de la Cruz Roja, que estuvo presente para transportar a los soldados de vuelta a Israel, firmando documentos bajo el lema “Inundación de Al-Aqsa” presentaba una clara paradoja.
Aunque su participación reafirmaba su compromiso con las normas humanitarias, también situaba su neutralidad en un contexto políticamente cargado. Para Hamás, el momento simbolizaba legitimidad, mezclando su identidad como movimiento de resistencia con su capacidad para gestionar los asuntos de los prisioneros.
Para la Cruz Roja, era un delicado equilibrio entre cumplir con su deber humanitario y evitar enredarse en la narrativa circundante. El propio acto de la firma, emblema del orden en medio del caos, reflejaba las contradicciones de la ofensiva, frágil y precaria.

Cuatro mujeres soldados israelíes, que se dice que gozan de buena salud, fueron liberadas por Hamas el sábado como parte de un acuerdo de alto el fuego entre Hamás e Israel. / Foto: Reuters/Dawoud Abu Alkas.
La subtrama del cuidado
El evento en la Plaza Palestina fue un microcosmos del conflicto más amplio: un escenario donde convergen poder, identidad y supervivencia en una vívida muestra de simbolismo.
Cada gesto, cada detalle, hablaba de la resistencia de un pueblo que sigue luchando contra la ocupación y el despojo. Fue una actuación que desnudó tanto la fuerza como las vulnerabilidades de los involucrados, ofreciendo un poderoso contrarrelato a la representación predominante del conflicto.
Mientras el mundo observa, una cosa queda clara: la lucha por la justicia y la libertad en Palestina no se trata solo de las realidades tangibles en el terreno, sino también de reclamar la narrativa. Este teatro de agresión trata tanto de lo que se ve como de lo que se oculta, las máscaras que usamos y los rostros debajo de ellas.