A medida que Rusia reorienta sus lazos comerciales y políticos, alejándose de Occidente y acercándose al Sur Global, sus vínculos con los países del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) han crecido de manera significativa. En los últimos meses, Moscú ha ampliado su compromiso con estos países, ricos en petróleo y gas.
Esta tendencia refleja la persistencia de la influencia rusa en Oriente Medio, incluso tras la pérdida de su principal aliado en la región, la dinastía Assad en Siria, después de la caída del régimen baazista en diciembre de 2024.
A esto se suma el debilitamiento de Irán, agravado por sus confrontaciones con Israel y Estados Unidos, que ha complicado aún más la posición regional de Moscú.
El fortalecimiento de los lazos con el CCG es evidente en el acercamiento a Omán. En abril, ambos países firmaron un acuerdo para establecer un programa de exención de visas. Asimismo, una reunión en Moscú entre el presidente ruso Vladímir Putin y el sultán Haitham bin Tariq Al Said marcó un hito en las relaciones bilaterales, al ser este el primer encuentro entre ambos líderes.
Ese mismo mes, el emir de Qatar, Tamim bin Hamad Al Thani, visitó Moscú para reunirse con Putin y analizar las relaciones económicas y los desarrollos geopolíticos regionales
Los vínculos entre Rusia y Qatar se basan no solo en intereses pragmáticos de política exterior, sino también en perspectivas compartidas sobre asuntos globales clave. Como centro energético de primera línea, Qatar impulsa cada vez más su propia agenda, equilibrando los intereses de múltiples centros de poder.
En este contexto, Moscú ya no ve a Qatar como un rival o un aliado absoluto de Estados Unidos, sino como un socio cada vez más independiente cuyas conexiones en Oriente Medio y África son cruciales para las ambiciones de Rusia.
El énfasis de Doha en la mediación de conflictos, particularmente respecto a la guerra en Ucrania, añade otra dimensión. En 2023, Doha negoció un acuerdo humanitario que facilitó la transferencia de niños ucranianos deportados a Rusia.
Además, un acuerdo similar se alcanzó en marzo de 2025 en la embajada de Qatar en Moscú. Y sus esfuerzos diplomáticos incluyen puentes entre los talibanes y Estados Unidos, entre Hamás e Israel, y recientemente el impulso para un alto el fuego entre la República Democrática del Congo y Ruanda.
Los Emiratos Árabes Unidos (EAU) también han reforzado sus vínculos con Moscú. A principios de agosto, el presidente Mohammed bin Zayed al Nahyan visitó la capital rusa para dialogar sobre comercio, inversión y asuntos regionales con Putin, asegurando dos acuerdos en materia de inversión y transporte
El comercio bilateral y la inversión han aumentado significativamente: el capital ruso en los EAU superó los 30.000 millones de dólares en 2024, mientras que la inversión emiratí en Rusia alcanzó los 16.800 millones de dólares. Además, cerca de 4.000 empresas rusas están registradas en ese país, y se proyecta que el volumen comercial casi se duplique de 5.360 millones de dólares en 2021 a 11.000 millones de dólares en 2024. Ambos países también avanzan en un acuerdo de libre comercio dentro del marco de la Unión Económica Euroasiática.
Mayor conectividad
La conectividad es otro motor clave de los lazos entre Rusia y el CCG. El Corredor Internacional de Transporte Norte-Sur (INSTC), que conecta Rusia con Irán y el Golfo, se ha convertido en una arteria comercial fundamental desde que comenzó la guerra de Ucrania en febrero de 2022.
Las sanciones occidentales empujaron a Moscú a buscar alternativas mediante la construcción de estrechos lazos comerciales y de inversión con el Sur Global, elevando la importancia del CCG en la política exterior de Moscú.
La geografía cumple un papel central: el CCG se ubica en un punto de conexión entre Oriente Medio, África Oriental y el Océano Índico, actuando como un puente crítico para las ambiciones rusas.
Los países del Golfo también tienen motivos propios para estrechar vínculos con Moscú. La guerra en Ucrania se ve en gran medida como un conflicto distante, lo que les permite mantener una postura intermedia y evitar alineamientos rígidos.
Además, la reorientación de la economía rusa abre oportunidades para los ricos países árabes, que están impulsando activamente relaciones económicas más diversificadas dentro de sus respectivos marcos de construcción de una economía que ve más allá del petróleo.
Esto último requiere nuevos socios e inversiones con experiencia, y Rusia es vista como uno de ellos, especialmente en agricultura, transporte y desarrollo industrial.
En el plano estratégico, el CCG considera a Rusia un contrapeso tanto para Irán como para Israel. Moscú ejerce influencia sobre Teherán y mantiene una relación pragmática con Israel, factores que preocupan a los Estados del Golfo.
Si bien Irán mantiene su peso regional, el reciente ataque de Israel a Doha evidenció el uso imprudente de la fuerza militar por parte de Tel Aviv, priorizando su dominio regional por encima de la situación en Gaza y de la diplomacia en general.
Para Rusia, Oriente Medio sigue siendo clave para recalibrar sus alianzas en política exterior y lazos comerciales, que desde la década de 1990 se han centrado principalmente en Europa y Occidente.
Aunque Moscú no aspira –ni tiene los recursos necesarios– para convertirse en una potencia central en Oriente Medio,sí se beneficia de que los países de la región busquen políticas exteriores más equilibradas. A medida que declina la era de la influencia exclusiva de Estados Unidos, desde Türkiye hasta los Estados del Golfo, pasando por Iraq e incluso Israel, todos procuran algún tipo de compromiso con Rusia.
En la era de la multipolaridad, Moscú es considerado por las potencias de Oriente Medio —y especialmente por los países del CCG— como un equilibrador estratégico frente a otras grandes potencias.
A pesar de estas oportunidades, el Gobierno de Putin enfrenta reveses. Una cumbre entre Rusia y países árabes prevista para este mes fue pospuesta, lo que generó interrogantes sobre su influencia, especialmente después de que una cumbre de paz de alto perfil en Egipto —centrada en Gaza— reunió a líderes de Oriente Medio, Europa y al presidente estadounidense Donald Trump, con Rusia notablemente ausente.
Estos hechos evidencian los límites del alcance ruso, incluso cuando sus lazos bilaterales con el CCG siguen siendo sólidos.En febrero de este año, el ministro de Relaciones Exteriores ruso, Sergei Lavrov, mantuvo una llamada con el secretario de Estado de EE.UU., Marco Rubio. En ese momento circularon informes sobre una posible nueva reunión de alto nivel, pero luego fueron desmentidos por Moscú, que sostuvo que no había ni fecha ni lugar confirmados.
Así, aunque los canales entre ambos países siguen abiertos, la celebración de una cumbre es incierta, lo que ilustra cómo Moscú está equilibrando sus maniobras diplomáticas globales con retrocesos regionales.
Hoy, las relaciones entre Rusia y el CCG abarcan más que la cooperación energética: incluyen política, comercio, mediación de conflictos e iniciativas humanitarias. La visión compartida de un orden global en transformación sostiene esta alineación creciente.
Pese a los desafíos regionales, los lazos entre Rusia y el CCG —que abarcan diplomacia, comercio y mediación— muestran resistencia y pragmatismo estratégico.
En un mundo multipolar, donde la influencia se reparte entre múltiples actores, Moscú y los países del Golfo están moldeando silenciosamente el futuro de Oriente Medio. La era del dominio de una sola potencia ha quedado atrás, y el eje CCG-Rusia evidencia su capacidad para desempeñar un papel decisivo.















