"Si debo morir, tú debes vivir para contar mi historia", escribió el fallecido poeta de Gaza Refaat Alareer.
Y tanto en Palestina como entre su diáspora dispersa, las mujeres están respondiendo a ese llamado.
Mientras las bombas caían con todo su peso sobre Gaza, en algún lugar, una mujer palestina pasaba un hilo rojo a través de una tela blanca. Por cada alma perdida, cada hospital atacado y cada hogar arrasado, una mano palestina lo inmortalizaba meticulosamente entre hilos.
Así, el Tapiz del Genocidio de Gaza se convirtió en una respuesta colectiva a la súplica de Alareer.
A cientos de kilómetros de distancia, desde Ramala hasta los campos de refugiados de Líbano, y tan lejos como Nueva Zelanda, mujeres palestinas están bordando 100 paneles que, una vez se junten, formarán el gran tapiz. Sí, un testimonio de punto en cruz que se niega a permitir que el mundo olvide el genocidio que se está perpetrando y contra quién.
Cada uno de los paneles del tapiz cuenta un fragmento de los últimos dos años, de lo sufrido bajo la ofensiva genocida de Israel contra los palestinos: un niño llorando mientras su mundo se derrumba a su alrededor, un hogar que solía albergar las risas de niños y madres pero ahora yace en ruinas, un hombre prendiéndose en llamas, y un abuelo abrazando a su nieta, su “alma de mi alma” por última vez.
Cuando se ensamble, el tapiz se convertirá en un registro colectivo de pérdida y resistencia, y una acusación ante el ensordecedor silencio del mundo frente a un genocidio que se ha transmitido en vivo y en directo.
Unidas por el duelo
Al unir tantas manos de mujeres palestinas, en un desafío a las distancias geográficas, el tapiz también contrarresta la fragmentación impuesta por la ocupación israelí, el desplazamiento y el exilio.
“Los hilos están mezclados con lágrimas, dolor y la esperanza de regresar a casa”, explica a TRT World Riham Khalil, la coordinadora en Líbano para el grupo de bordado del campo de refugiados Ein Al-Helweh. “Este tapiz es un testimonio visual de la firmeza del pueblo palestino frente a la ofensiva de exterminio en curso que ha durado más de 80 años”, sostiene.
El Tapiz del Genocidio de Gaza es un acto extraordinario de voluntad colectiva, diseñado y coordinado por un pequeño equipo de voluntarias del Tapiz de Historia de Palestina, un brazo del Museo de Palestina.
Sin embargo, quienes lo están haciendo realidad son mujeres palestinas refugiadas, quienes reciben un pago por este trabajo manual, sosteniendo a sus familias y manteniendo viva la memoria.
Uno de los miembros principales de este esfuerzo monumental es Ibrahim Muhtadi, copresidente y diseñador del Tapiz de Historia de Palestina, él mismo un sobreviviente del genocidio en Gaza.
“Este proyecto es un deber para nosotros, pero ha sido uno de los esfuerzos más difíciles y dolorosos emocionalmente para mí”, compartió con TRT World.
“El proceso de diseño suele ser de inspiración, de innovación y del deseo de crear elementos alegres. Esta vez, todo el proceso... ha sido como sumergirse en el duelo y la pérdida, revivir el dolor y el desplazamiento que experimentamos, seguido por la hambruna y la devastación completa de todos los aspectos de la vida en Gaza”, señaló.
En el corazón del tapiz se encuentra el “tatreez”, una tradición de bordado palestino centenaria que la UNESCO agregó a su lista de Patrimonio Cultural Inmaterial en 2021.
"El bordado nos hace ir más despacio. No puedes pasar de largo una puntada. Exige atención y ese tiempo es una forma de respeto", señaló una bordadora de Ramala, demostrando cómo el tapiz es tanto archivo como elegía, un acto lento y deliberado de recordar en un mundo que olvida y mira hacia otro lado rápidamente.
El arte del “tatreez” ha sido durante mucho tiempo la crónica silenciosa de un pueblo, transmitida de madre a hija a través de generaciones.
Cada aldea solía tener sus propios patrones, colores y estilos de costura tejidos en los vestidos de las mujeres.
El corte de una prenda, el tono de su hilo o la forma de sus motivos podían revelar el origen de una mujer, su posición social e incluso su estado civil.
Pero después de la Nakba de 1948, cuando la creación del estado de Israel dispersó a los palestinos a través de fronteras y campos de refugiados, el “tatreez” se convirtió en algo más que un adorno. Pasó a ser una forma de resistencia, una patria portátil y una manera de mantener intacta la memoria.
Muchos de sus motivos tienen raíces profundas en el pasado de Palestina. Algunos se remontan a 4.000 años atrás hasta los cananeos, cuyos ecos viven hoy en patrones como la estrella cananea.
En cada puntada yace una especie de continuidad, un hilo que se extiende desde las mujeres de la antigua Canaán hasta las mujeres de Gaza de hoy, desde los vestidos de Jaffa hasta los campos de refugiados en el Líbano.
El arte del “tatreez”, una vez usado para adornar vestidos de novia, celebrar la vida y expresar ternura y color, ahora está registrando fosas comunes, ruinas y hambre.
De Sudáfrica a Palestina
El Tapiz del Genocidio de Gaza es el esfuerzo más reciente del Tapiz de Historia de Palestina, fundado en 2011 en Oxford por Jan Chalmers, una enfermera británica que vivió en Gaza durante dos años en la década de 1960 cuando trabajaba con la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).
Pero fue la experiencia previa de Chalmers en el Tapiz Keiskamma de Sudáfrica –una crónica bordada de 126 metros hecha por mujeres del Cabo Oriental y que ahora cuelga en el parlamento sudafricano– lo que la inspiró a iniciar el Tapiz de Historia de Palestina.
“Cuando comenzó el proyecto del Tapiz de Historia de Palestina, pensé que sería un medio por el cual mujeres palestinas talentosas de los campos de refugiados, tanto dentro como fuera de Palestina, pudieran contar la verdad sobre su patria”, explicó Chalmers.
“Sentí que podría atraer a una mezcla de personas con diversos intereses, desde el bordado hasta el arte, el color, los textiles, proyectos de mujeres, la historia y Palestina, difundiendo así la historia de Palestina en creaciones coloridas e inspiradas”, continuó.
El nuevo tapiz de Gaza continúa esa misión, pero con una urgencia sin precedentes. Se está haciendo no después de los hechos, sino mientras la catástrofe se desarrolla.
Casi un tercio de los 100 paneles ya están terminados: cada uno mide 80cm x 50cm. Y hacerlos fue posible por el patrocinio público que permite a cualquier persona, en cualquier lugar, bordarse a sí misma en la historia de Gaza.
“Los actuales ataques devastadores y asesinos contra Gaza, de los cuales ha habido muchos desde 1948, superan todos los ataques anteriores”, agregó Chalmers.
El bordado de los paneles del genocidio ilustra no solo el “sumud” palestino –la firmeza– entre la gente en general, sino también la determinación y el coraje de las mujeres bordadoras palestinas.
Durante la elaboración del tapiz anterior, las bordadoras de Gaza eran un grupo central de costura y estaban entre las contribuyentes más activas y hábiles. Sus paneles, a menudo vibrantes e intrincados, llevaban la calidez de la vida costera: botes de pesca, palmeras, las cúpulas de mezquitas antiguas.
Quizás la ironía más dolorosa del Tapiz del Genocidio de Gaza es que las mujeres del enclave se han convertido en gran medida en el tema de este nuevo capítulo, pero no en las bordadoras de sus historias.
A medida que el asedio se intensificó y comenzó el bombardeo, la comunicación, el transporte y los materiales se volvieron prácticamente imposibles de coordinar.
Un panel más antiguo de Gaza, que plasmó la Gran Mezquita Omari, ya se ha convertido en leyenda dentro del proyecto. Fue completado en medio del bombardeo durante los primeros meses del genocidio israelí por Mona Jouda, de 31 años, una brillante bordadora por derecho propio.
Mona fue desplazada múltiples veces durante los últimos dos años, pero milagrosamente, tanto Mona como el panel han sobrevivido.
Los organizadores del proyecto ahora trabajan para reconectarse con las bordadoras de Gaza en la frágil calma de un alto el fuego, no solo porque sus habilidades son irremplazables y sus contribuciones vitales, sino también porque los ingresos del bordado pueden ser uno de los pocos medios de subsistencia que les quedan.
Cuando estén terminados, los paneles del Tapiz del Genocidio de Gaza se unirán a la colección más grande del Tapiz de Historia de Palestina en el Museo de Palestina, que abrió su primera sucursal europea en la capital escocesa Edimburgo a principios de este año.
“El genocidio de Gaza está siendo bordado en la eternidad por mujeres palestinas en campos de refugiados”, destacó a TRT World Faisal Saleh, fundador del Museo de Palestina.
"Este proyecto llega en un momento crítico... Es nuestra misión asegurar que el mundo confronte la realidad que ha permitido que se desarrolle y que se responsabilice a los culpables”, sostuvo.
El Tapiz del Genocidio de Gaza no es simplemente un registro de destrucción. Cada panel habla de un momento en que las mujeres eligieron la creación sobre la desesperación, revela que incluso en la sombra de la aniquilación, los palestinos siguen contando su propia historia, no solo usando una cámara o un bolígrafo, sino también con las herramientas transmitidas entre ellos a lo largo de generaciones, una aguja e hilo.











