El genocidio israelí sobre Gaza se ha convertido en un asunto de política nacional en España, debido al boicot al equipo ciclista Israel Premier Tech en la competencia deportiva La Vuelta. Pero ha de quedar claro que las protestas –desde las primeras jornadas en Barcelona y Bilbao hasta la cancelación de la última etapa en Madrid– no eran contra el evento deportivo ni contra el país anfitrión, sino contra la participación del equipo israelí.
Este es un matiz importante que parecen haber olvidado políticos de la oposición, como la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, o el alcalde de esta ciudad, José Luis Martínez-Almeida, quienes se pronunciaron de forma vehemente contra las protestas. Ambos han acusaron al Gobierno de Pedro Sánchez de apoyar al terrorismo y a la violencia por manifestar su apoyo al boicot.
El boicot, vale la pena mencionarlo otra vez, no ha sido contra La Vuelta, ni contra el deporte ni contra España: el boicot ha sido contra un equipo deportivo que representa a un Estado que está cometiendo un genocidio en Gaza.
La Asociación Internacional de Académicos sobre Genocidio (AIAG), un organismo de 500 académicos, ha declarado que las políticas y acciones de Israel en Gaza cumplen con la definición de genocidio establecida por la ONU. Esta es la razón por la que la Corte Internacional de Justicia aceptó a juicio la acusación contra Israel y por la que numerosas organizaciones de derechos humanos, como Amnistía Internacional, lo llaman genocidio. Incluso organizaciones israelíes de derechos humanos lo han llamado “nuestro genocidio”.
El genocidio no se puede negar, así como no se pueden negar las más de 600.000 muertes directas e indirectas causadas por Israel en Gaza desde el 7 de octubre de 2023. Como esto no se puede negar —y hacerlo podría suponer un gran riesgo— los políticos de la oposición en España, así como comentaristas afines nacionales e internacionales, quieren cambiar el foco y pretenden que las protestas han sido contra La Vuelta y contra España.
Acusan al gobierno de promover altercados y violencia, y de ensuciar la imagen de España y su deporte, al haber permitido y alentado estas manifestaciones. Según Alberto Núñez Feijóo, presidente del principal partido de la oposición, el Partido Popular (PP), la administración de Sánchez hace esto para distraer de la situación interna del país. Ignoran que ellos mismos están intentando sacar rédito político de la situación mediante su oposición a las protestas, y al gobierno y presentándose como defensores del deporte y de España.
Pero, una vez más, las protestas no eran ni contra el deporte ni contra España. Las protestas han ocurrido por dejar participar al equipo ciclista israelí en una competición deportiva, puesto que esto ayuda a lavar la cara de un Estado que está cometiendo un genocidio. El equipo ciclista israelí es propiedad de Sylvan Adams, multimillonario aliado de Netanyahu.
La organización de La Vuelta, así como los políticos que han apoyado la participación y los comentaristas afines, se escudan en que una competencia deportiva no debería estar mediada por la política, y en que los equipos los conforman deportistas que no están directamente involucrados en el conflicto. Pero olvidan que estos deportistas pertenecen y representan a un Estado que está cometiendo un genocidio. El permitir su participación es una forma de normalizar este crimen en los eventos internacionales —ya sean de ciclismo, fútbol o música—.
Olvidan, también, que la expulsión de equipos deportivos de competiciones internacionales cuando los Estados a los que pertenecen están involucrados en un conflicto o perpetran un crimen no es nueva. De hecho, los equipos rusos no pueden participar en este tipo de eventos, incluida La Vuelta.
Cuando Sudáfrica estaba gobernada por el sistema del apartheid, sus deportistas no podían participar en competencias internacionales. Estas expulsiones son una forma que tiene la comunidad internacional de mostrar su rechazo a las acciones de estos gobiernos y de presionarlos para que cambien. Abogar por lo contrario es una forma de normalización.
Por eso Israel presiona por todos los medios para que esto no ocurra. Pretende que la comunidad internacional acepte y normalice el genocidio que está cometiendo en toda Palestina, no solo en Gaza. Por eso, Netanyahu ha salido en apoyo del equipo ciclista israelí y los ha encomendado como héroes por continuar la competición.
La Vuelta no es un caso aislado: se han hecho llamados para excluir a Israel de los eventos organizados por el Comité Olímpico Internacional o la FIFA, como ocurre con Rusia. Estos llamados aún no han sido escuchados por los comités internacionales. ¿Por qué este doble rasero?
El mismo doble rasero que aplican muchos políticos y comentaristas en un afán cortoplacista de conseguir rédito político, o cegados por una ideología que no les permite ver la dimensión de la catástrofe que está teniendo lugar en Gaza. Porque, desafortunadamente, existen conflictos en otros lugares. Pero en ninguno de estos una de las partes está privando de comida, agua y medicinas básicas a la otra, conscientemente y teniendo disponibilidad de todo ello en suficiencia.
Esa es una de las razones por las que organizaciones y expertos califican lo que ocurre en Gaza como genocidio. También es la razón por la que el gobierno de España, encabezado por Pedro Sánchez, ha comenzado a hacerlo.
Quienes se han opuesto a las protestas tendrían que tener en cuenta que su rechazo es una aprobación de la participación del equipo israelí, y, por tanto, una legitimación del Estado genocida que representan. ¿Realmente vale la pena el rédito político por truncar la brújula moral? Yo creo que no.