Los cortijos —que en ladino significa “patios”— son edificaciones donde se forjó la vida comunitaria y la arquitectura característica de los judíos sefardíes que llegaron a Anatolia tras su salida de España. Una de las pocas viviendas de este tipo que se ha preservado intacta hasta hoy se encuentra en la ciudad turca de Izmir y es conocida como “el cortijo azul”. Con su cocina y baños compartidos —rasgos propios de esta arquitectura tradicional— y las habitaciones dispuestas alrededor del patio, cada una ocupada por una familia, el cortijo azul acogió durante años a inmigrantes de esta comunidad.
Pero, ¿cómo llegó este tipo de construcción, común en España, a una ciudad de Türkiye? La respuesta está en la comunidad judía que vivía en Cataluña, en el noreste de España, entre los siglos XII y XV. Eran muy activos en la vida económica y social, contaban con acceso a la educación, tenían una posición económica sólida y su población crecía de forma constante.
No obstante, después de que los cristianos pusieran fin al dominio musulmán en Andalucía, en el siglo XIV, los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel la Católica, su vida cambió. Los reyes obligaron por decreto a los judíos a vivir como cristianos.
Además, se crearon los tribunales de la Inquisición para castigar a quienes desafiaran las creencias de la Iglesia Católica, tanto en España como en otras zonas de Europa. El objetivo central de estas medidas era forzar la conversión de judíos y musulmanes al cristianismo.
La falta de libertad religiosa, sumada a la represión política, el encarcelamiento, la tortura y la muerte, obligó a muchos a emigrar.
La vida tras la expulsión de España
Los judíos que abandonaron España y se establecieron en otros países se conocen como “sefardíes”. Muchos de ellos buscaron refugio en el entonces Imperio Otomano, principalmente en Tesalónica, Estambul e Izmir. En esta última, vivían en las áreas de Ágora, Tilkilik y Basmane.
Los edificios que entonces habitaban se conocían como “kurtaju” (cortijo) o casas judías. El escritor Orhan Beşiktaş, conocido por sus investigaciones sobre la historia de Izmir, afirmó que este tipo de construcción es una estructura única de la ciudad. Suelen ser edificios de dos pisos a los que se accede por una única puerta principal.
Al visitar los cortijos, todavía es evidente cómo el diseño arquitectónico refleja su propósito original. El patio central sigue siendo el corazón del edificio, rodeado de habitaciones modestas con fachadas simples. Los restos de materiales de construcción antiguos, como cimientos de piedra o vigas de madera propias de las casas urbanas otomanas tardías, dan cuenta de las adaptaciones realizadas a lo largo de las generaciones, mientras se mantenía la estructura de vida comunitaria de los sefardíes.
Patrimonio de Izmir
Aunque las comunidades originales se dispersaron hace mucho tiempo, el cortijo aún conserva una clara evidencia material de la presencia de los judíos provenientes de la región.
Ciertos elementos del diseño —como las habitaciones orientadas hacia el interior, las escaleras estrechas y las cocinas comunitarias situadas en los bordes del patio— han permanecido prácticamente intactos. Estas características coinciden con las descripciones presentes en registros otomanos tardíos y en fuentes urbanas del período republicano temprano de Izmir.
Hoy en día, algunos de estos patios siguen en pie en zonas como Basmane, en Izmir, y en el distrito de Akhisar, en Manisa. Muchos han sido convertidos en hoteles, preservando la tradición y llevando elementos del diverso modo de vida del pasado a la experiencia de hospitalidad actual.

















