Rusia y Venezuela elevaron su voz este lunes ante lo que consideran una amenaza creciente: el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe.
El ministro de Relaciones Exteriores venezolano, Yván Gil, denunció que Washington mantiene al menos ocho buques de guerra y un submarino de ataque rápido frente a las costas venezolanas, bajo el pretexto de “combatir el narcotráfico”, aunque Caracas asegura que el verdadero objetivo es derrocar al gobierno de Nicolás Maduro.
La alarma se formalizó durante una conversación telefónica entre Gil y su homólogo ruso, Sergei Lavrov, en el marco de la Presidencia que Moscú ejerce en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Lavrov condenó de manera contundente “el último ataque estadounidense del 3 de octubre contra una embarcación en aguas internacionales cercanas a Venezuela” y advirtió sobre la posibilidad de que Estados Unidos vincule su lucha contra los cárteles de droga con la situación en Haití. En este sentido, ambos ministros expresaron su preocupación de que la última resolución del Consejo de Seguridad para reorganizar la fuerza internacional en Haití pudiera utilizarse para “atacar la 'criminalidad de las drogas' de Venezuela”.
Tras el diálogo, Gil aseguró que Venezuela recibió “la plena expresión de apoyo y solidaridad del Gobierno ruso con Venezuela, así como su compromiso con la preservación de América Latina y el Caribe como Zona de Paz”. Además, advirtió que “sectores políticos de Estados Unidos buscan justificar un despliegue bélico que pone en riesgo la estabilidad del continente”. Ambos coincidieron en la necesidad de fortalecer la acción conjunta dentro de la ONU y otros espacios internacionales para garantizar el respeto al derecho internacional y a la soberanía de los pueblos.
El respaldo de Rusia se produce en un contexto de estrecha cooperación bilateral. Recientemente, el Parlamento venezolano aprobó un proyecto de cooperación estratégica con Moscú que, según diputados oficialistas, busca establecer un “diálogo político de alto nivel”, respetar la soberanía y los derechos humanos, y promover el “arreglo pacífico de controversias”. Según el diputado Roy Daza, la iniciativa refleja “el nuevo momento de la geopolítica mundial”.
Falsa bandera: alerta venezolana sobre intento de desestabilización
En medio de la tensión con Estados Unidos, Venezuela denunció un supuesto plan de “falsa bandera”, un tipo de operación diseñada para atribuir un ataque o sabotaje a un actor diferente al real, con fines políticos o militares. El jefe negociador del gobierno venezolano, Jorge Rodríguez, explicó que alertó a Washington sobre un intento de “sectores extremistas de la derecha local” de colocar “explosivos letales” en la embajada estadounidense en Caracas.
Según Rodríguez, el objetivo de esta operación era generar un pretexto que justificara posibles acciones militares externas y aumentar la presión internacional sobre el gobierno de Nicolás Maduro. Desde Caracas aseguran que este tipo de planes no solo buscan desestabilizar al país internamente, sino también crear escenarios que permitan a actores extranjeros intervenir bajo el argumento de proteger intereses diplomáticos o de seguridad.
Tensiones en auge
La tensión generada por el despliegue estadounidense en el Caribe ha escalado en los últimos meses, y Venezuela lo denuncia como un intento de imponer un “cambio de régimen” y gobiernos alineados a Washington. La ofensiva se intensifica con acciones como la ofrecida a principios de agosto por la fiscal general estadounidense, que propuso 50 millones de dólares por información que conduzca a la captura de Maduro, acusado de liderar un supuesto “Cartel de los Soles”, incluido recientemente en la lista de organizaciones terroristas globales.
En respuesta, Caracas ha reforzado la movilización de sus milicias y la presencia militar en sus fronteras, mientras busca el respaldo del secretario general de la ONU, António Guterres, para mediar en la crisis.