“Conocí por primera vez a Frida Kahlo leyendo libros de historia del arte. Su indumentaria tradicional mexicana, las flores en el cabello y su presencia tan singular llamaron de inmediato mi atención”, explica a TRT Español la muralista turca Nazife Bilgin Hazar, quien ha ganado popularidad en los últimos años en su país tras crear alrededor de 130 murales inspirados en artistas destacados, incluida la artista mexicana Kahlo.
Desde su ciudad natal Mersin, en la costa mediterránea del sur de Türkiye, Nazife relata el impacto que Kahlo ha tenido en su trayectoria. La artista mexicana sufrió un grave accidente en 1925, cuando un tranvía chocó contra el autobús en el que viajaba. Kahlo, esposa del pintor Diego Rivera, sufrió varias fracturas graves, y permaneció inmovilizada por largo tiempo. Fue entonces cuando comenzó a pintar, principalmente autorretratos, desde la cama.
“La manera en que Kahlo expresó su sufrimiento a través de la pintura dejó una huella profunda en mí. No ocultó el dolor: lo transformó en creatividad. Su empeño por seguir produciendo a pesar de sus problemas de salud me enseñó cómo el arte puede reconstruir, sostener y abrir caminos. En su obra entendí que el arte no es solo belleza: es también sanación, resiliencia y una afirmación de existir”, afirma.
La huella de Kahlo que inspira en Türkiye
Ese espíritu es precisamente el que Nazife ha trasladado a Mersin, donde pintó un mural inspirado en la obra “Yo y mis pericos” (1941). El cuadro muestra a una joven Kahlo con distintas flores en el cabello, un collar dorado y vestimenta tradicional azul con rosas rojas, situada frente a una selva y rodeada de cuatro pericos. Nazife recuerda que, durante su vida, Kahlo mantuvo “su amor por la naturaleza y los animales. Ese lazo con las plantas y las criaturas revela una conexión profunda con la vida”.
Todo ello adquiere un significado personal e inspirador para la artista turca, quien asegura: “Para mí, Frida Kahlo encarna a alguien que convierte el dolor en impulso creativo y utiliza el arte como un modo de sanar y mantenerse unida al mundo”.
Como muestra de este cariño, Nazife produjo otra obra inspirada en “Autorretrato con mono” (1938), en la que se observa el rostro de Kahlo acompañado de dos monos y rodeado de hojas verdes. “Al adentrarme en su obra, me impactó la forma en que convirtió su dolor físico y las dificultades de su vida en un lenguaje pictórico propio”, explica.
“A pesar de los golpes que le dio la vida, nunca dejó de crear. Para mí convirtió el arte en un símbolo de fortaleza, además de ser una gran artista”, agrega. Y, de una u otra manera, esta resiliencia, con la que se identifica, siempre ha estado presente en el camino de Nazife: pintar a pesar de los obstáculos y dejar un legado que conecte con la gente.
Camino artístico
Nazife reconoce que abrirse camino en el arte sin una formación académica tradicional y dedicarse por completo a alcanzar el reconocimiento que tiene hoy “fue un desafío enorme”.
Asegura que, durante su trayectoria, tuvo que equilibrar las responsabilidades familiares con sus proyectos creativos, una tarea que siempre exigía constancia. “Ninguna de las pequeñas dificultades que encontré mientras pintaba logró debilitar mi determinación. La alegría que me brinda el arte siempre ha superado cualquier otra cosa”, afirma.
Nacida a principios de la década de 1960, su interés por el arte surgió entre las paredes de la casa familiar. “Mi primera fuente de inspiración fue mi padre, ya fallecido”, recuerda. “Solía dibujar aves con carbón, y observarlo despertó en mí una profunda conexión con el arte”.
Durante la escuela mantuvo viva esa chispa creativa con la brocha. A menudo ayudaba a sus amigos con tareas, como dibujar mapas de Türkiye, y siempre buscaba causar un impacto visual en su entorno.
Reconocerse como artista
Pero años después, la vida tomó otro rumbo. Se convirtió en ama de casa y se dedicó al cuidado de sus dos hijos, y a veces los ayudaba con proyectos artísticos escolares. En el poco tiempo libre que tenía, siguió pintando.
“Mi familia se dio cuenta de mis trabajos en óleo, acrílico y pastel, y me animó: ‘¿Por qué no recibes formación formal? Haces obras hermosas.’ Al principio dudé y pregunté: ‘¿No es demasiado tarde para eso?’ Ellos respondieron: ‘Nunca hay edad para aprender, y te apoyaremos’”, cuenta.
Ese respaldo familiar la llevó a ingresar en el Departamento de Pintura de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Mersin a los 49 años. “Aprendí a utilizar técnicas y materiales más especializados: la tiza para obras murales de gran formato, métodos de sombreado y las condiciones específicas que requiere la pintura mural”, explica.
Bajo la guía de la profesora Nurseren Tor, realizó su primer mural en el exterior de un refugio temporal para animales: una obra de unos cuatro por diez metros que representa a un perro. “Pasar del lienzo a la pared fue como entrar en otra dimensión. Ver cómo el muro cobraba vida con cada pincelada me produjo una alegría indescriptible”.
En poco tiempo, no sólo completó una licenciatura y una maestría, sino que también forjó lazos fraternos con sus compañeros y descubrió lo “enriquecedor” que resultaba estudiar junto a jóvenes. “Esta experiencia me enseñó que no existe límite de edad para aprender, y esa realización trajo una gran alegría a mi vida”, relata. “No enfrenté grandes dificultades porque veía a todos allí como familia y compañeros”.
Logros
A lo largo de su trayectoria artística, también ha participado en diversos proyectos solidarios “para mostrar el poder terapéutico del arte y brindar apoyo emocional”. Recuerda con afecto cuando, en una ocasión, pintó murales con imágenes del mar, el cielo, aves y flores en un centro de detención de menores, así como en centros de atención para personas con discapacidad. “Cada obra representa un viaje nuevo y estimulante que me impulsa a seguir adelante, incluso aunque inicié mi carrera artística más tarde de lo habitual”, evoca.
En 2017, recibió la invitación de Hamit Tuna, entonces alcalde de Toroslar, un distrito de Mersin. Tuna la llevó al barrio de Akbelen y Güneykent, donde había edificios de casi 40 años con fachadas deterioradas. Allí creó murales inspirados en artistas como el holandés Vincent van Gogh, el español Pablo Picasso y el turco Osman Hamdi Bey. Todo fue con el objetivo de acercar el arte a la vida cotidiana de los vecinos, más allá de los visitantes de galerías.
“Los murales urbanos no son solo un aporte estético a la ciudad: se convierten en parte de la vida cotidiana de las personas y afectan sus pensamientos y emociones de manera directa y, a menudo, inesperada”, explica Nazife, firme creyente de que en los espacios públicos el arte habla a todos, sin importar su origen cultural o social. “Establece un diálogo visual entre la obra y quienes la atraviesan, capaz de generar conversaciones sobre temas sociales o culturales y ofrecer a las personas un momento de reflexión dentro de su rutina diaria”.
El poder transformador del arte
Tras dedicarse profesionalmente a esta labor, destaca el poder transformador de crear arte.
“Cuando pinto, el mundo se detiene. Pierdo la noción del tiempo y del lugar: solo existimos el lienzo y yo. Pintar es mi manera de expresarme, de liberar emociones e ideas a través del color y las formas”, cuenta. “Para mí, no es solo un trabajo ni un pasatiempo; es una forma de conectar con los demás y transmitir un mensaje cultural y artístico.”
Este espacio íntimo también, cree, es lo que le ayuda a mantener el equilibrio entre su vida familiar y sus proyectos creativos, en lo que describe como el momento “más puro” en el camino de cualquier creador, donde cada obra es una aventura nueva.
“Estos sentimientos significan mucho para mí, porque me dan la fuerza y la determinación para seguir adelante y evolucionar, especialmente habiendo empezado más tarde en la vida. Pero aun así, nunca dejé de soñar ni de intentarlo”, agrega.
Un legado turco
Y hoy, este impulso es lo que más la conecta con su patrimonio cultural. Así, Nazife evoca las palabras guardadas en su “corazón” del fundador y primer presidente de Türkiye, Mustafa Kemal Atatürk, quien gobernó el país entre 1923 y 1938, y a quien una vez le rindió homenaje con la imagen de su silueta: “Una nación, cuando carece de arte y artistas, no puede vivir plenamente".
“El arte embellece, sana y une. A través de los colores, las emociones se convierten en un lenguaje universal”, concluye Nazife. “Cuántas más personas se involucren en el arte, más cerca estaremos de alcanzar la paz social”.
Este artículo fue redactado por Bala Chambers y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.
















