Donde el mar forja campeonas: Okyanus Arikan, la regatista turca que sueña con los Juegos Olímpicos
TÜRKİYE
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Donde el mar forja campeonas: Okyanus Arikan, la regatista turca que sueña con los Juegos OlímpicosDesde Urla, Türkiye, a los Juegos Olímpicos: esta es la historia de Okyanus Arikan, la joven regatista turca que ha convertido su pasión por el mar en una carrera de disciplina y sueños, con la mira puesta en el podio de Los Ángeles 2028.
Okyanus, la joven promesa turca que aprende a leer el mar y el viento cada día.
16 de septiembre de 2025

“El mar siempre ha sido una parte inseparable de mi mundo”, señala la regatista turca Okyanus Arikan al describir lo que ha sentido desde niña: una conexión inquebrantable con el agua, el viento y esa danza impredecible de las olas que la ha acompañado desde que tiene memoria. “Había una sensación de libertad y fortaleza difícil de describir”, le dice a TRT Español esta joven cuyo nombre, casi hecho a su medida, significa “Océano” en turco.

Entre las brisas saladas de Urla, un pueblo costero de Esmirna, en el este de Türkiye, esta atleta descubrió que la vela no es solo un deporte, sino un destino. Hoy, con apenas 20 años, Arikan se erige como una de las mayores promesas de esta disciplina en su país. Su mirada ya apunta al horizonte olímpico de Los Ángeles 2028, aunque su travesía comenzó mucho antes, como una niña inquieta que perseguía barcos con los ojos llenos de ilusión.

Una infancia marcada por el mar


Desde pequeña, Arikan fue testigo del ir y venir de barcos y yates en las aguas azules de Urla. Sus hermanos mayores navegaban y ella, fascinada, los seguía con devoción y curiosidad. Así, no tardó mucho en pedir su propio barco. Con cuatro años, sus padres le hicieron un regalo peculiar: colocaron un Optimist, una embarcación de vela ligera para niños en la piscina de su casa. Fue allí, en aguas quietas pero llenas de sueños, donde esa niña comenzó a forjar su vínculo con la vela.

El tiempo confirmó que no era un capricho pasajero. A los 10 años ganó su primera medalla. "Aún recuerdo vívidamente cómo me sentí en ese momento: fue una mezcla de felicidad, emoción y orgullo, como si hubiera dado el primer paso real en un largo viaje", rememora en diálogo con TRT Español. "Desde ese instante, comprendí que la navegación iba a ser mi mundo."

En 2017, con solo 13 años, subió al podio en Antigua y se colgó el bronce en un campeonato internacional. Esa medalla fue más que un metal: fue la chispa que encendió en ella la certeza de que podía llegar aún más lejos.

Pero el camino no lo recorrió sola, sino siempre acompañado por su padre, un hombre que supo equilibrar la ternura del hogar con la disciplina del deporte. “En el mar no lo llamo papá, lo llamo entrenador. Y él me trata como a una atleta que debe aprender y mejorar, no solo como a su hija”, explica Arikan. Bajo su dirección, aprendió que el rigor y la paciencia son la base del éxito.

Su madre, en cambio, representaba una figura silenciosa, pero igual de vital: un ánimo sereno, un apoyo constante y lleno de amor. “Tenerlos siempre a mi lado, en el mar o en casa, me dio la confianza y la motivación para seguir adelante y dar lo mejor de mí”, reconoce la deportista.

El arte de convivir con la naturaleza


La vela, lejos de ser un deporte de fuerza, exige algo mucho más complejo: aprender a escuchar a la naturaleza. Cada día es un misterio sobre las aguas, donde el viento cambia, las corrientes se alteran, las olas se rebelan y cada regata es distinta. En ese escenario cambiante, la atleta debe convertirse en intérprete del mar.

“Lo más difícil de la vela son las fluctuaciones”, reconoce Arikan. “No controlas un solo factor, sino muchos. El viento, las corrientes, el movimiento de las olas… cada día es diferente y cada carrera presenta nuevas condiciones”, lo cual, según la atleta, convierte al deporte en “un desafío constante”. 

En su clase actual, la ILCA 6, la precisión táctica es tan crucial como la resistencia física. Arikan combina entrenamientos diarios con horas interminables en el agua, desarrollando no solo fuerza, sino también intuición, esa cualidad invisible que distingue a los grandes navegantes.

Logros que marcaron un rumbo


El talento de Arikan no tardó en brillar, y poco a poco su trayectoria le dio más frutos. En 2019, con apenas 15 años, se convirtió en la primera regatista turca en subir al podio en un Campeonato Mundial de Optimist, alcanzando el tercer lugar en Antigua. Ese momento marcó un antes y un después, cuando la regatista se dio cuenta de que “Sí soy capaz de llegar a la cima”.

Después llegó un salto inusual: en vez de seguir el camino tradicional hacia la clase 420, pasó directamente a la 470. Una decisión arriesgada que pronto demostró ser la correcta, pues a los 17 años ya estaba compitiendo en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020. Como deportista, esto le implicó enfrentar la adversidad, y lo hizo incluso después de sufrir una lesión de tobillo semanas antes, la cual le impidió entrenar en la sede olímpica. Aun así, allí estuvo: la adolescente que soñaba con barcos en una piscina ahora desafiaba a las mejores del mundo en aguas olímpicas.

Más que un deporte, una filosofía de vida


Para Arikan, la vela es mucho más que una disciplina. Es un maestro constante que la preparó para ser paciente, aceptar lo inesperado y mantener la calma frente a la adversidad.

“Este deporte me enseñó a luchar, a hacer de la disciplina un hábito, y a tomar decisiones rápidas y acertadas”, cuenta la atleta. La organización que aplica en sus estudios universitarios, la resiliencia con la que enfrenta los contratiempos y la serenidad que demuestra en las regatas provienen todas de esa escuela invisible que le regaló el mar.

Gran parte de su éxito en el agua se debe a su rutina diaria, en la que combina dos facetas de su exigente vida profesional. Hoy, con 20 años, divide sus días entre entrenamientos intensos —hasta seis horas diarias en épocas de campeonato— y sus estudios de Kinesiología en la Universidad de Rhode Island, donde también compite con el equipo de vela universitario. Su vida social es limitada, sus días exigentes, pero la meta lo justifica todo: subir al podio olímpico en Los Ángeles 2028.

Türkiye, con su extensa costa y mares ricos en viento y posibilidades, cuenta con ella como una embajadora del futuro para salvaguardar este patrimonio. Arikan lo sabe y confía en que nuevas generaciones seguirán su camino. “Lo tenemos todo”, refiriéndose a los mares hermosos, una larga costa, un clima ideal. “Si no surgen campeones olímpicos aquí, ¿de dónde saldrán?”, afirma con convicción.

Más allá de las medallas y los títulos, Arikan transmite un mensaje poderoso para las niñas que sueñan con ser deportistas. “La perseverancia y la determinación son los secretos del éxito. No teman a los desafíos ni a las críticas. Avancen con confianza y estén siempre orgullosas de lo que hacen. El deporte les enseña fortaleza, disciplina, y abre puertas que transforman la vida”, concluye la joven regatista. 

“No dejen que nada las detenga ni apague su determinación”.

Este artículo fue redactado por Clara Portela y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.