Se cumple un año desde aquel 27 de noviembre cuando entró en vigor el alto el fuego en Líbano, acordado entre Israel y Hezbollah, que prometía poner fin a 14 meses de un conflicto devastador. Pese a las esperanzas de que Tel Aviv cesara sus ataques constantes, la tregua se ha quedado sólo en el papel: las fuerzas israelíes han violado las condiciones pactadas más de 10.000 veces, según la ONU, y ahora se cierne sobre el país la amenaza de una nueva escalada.
Ya lo dijo Israel Katz, ministro de Defensa de Israel, en junio pasado: “No habrá calma en Beirut, ni orden ni estabilidad en el Líbano” hasta que se garantice la seguridad de su país. Luego sostuvo que de no “cumplirse” las condiciones de lo acordado “seguiremos actuando con gran fuerza”. Una muestra de la retórica que ha definido la posición de Tel Aviv frente a las violaciones reiteradas que ha cometido sistemáticamente.
El acuerdo logrado hace un año, que mediaron Francia y Estados Unidos, establecía que Israel debía cesar las hostilidades y retirar por completo sus tropas del sur del Líbano, mientras que Hezbollah debía replegar a sus combatientes al norte del río Litani, a unos 30 kilómetros de la frontera israelí, y desmantelar su infraestructura militar en esa zona. Para ello, el Estado libanés asumía la responsabilidad de garantizar el desmantelamiento del grupo antes de que finalizara 2025.
A pesar de que Hezbollah puso fin a su actividad armada en la zona fronteriza con Israel, y la Fuerza Provisional de Naciones Unidas en el Líbano (FPNUL) registró más de 360 arsenales abandonados durante el último año, Tel Aviv mantiene sus ataques bajo su ya conocida justificación de la seguridad. Una demanda que Tel Aviv condiciona invariablemente al desarme completo de Hezbollah. Sin embargo, este proceso permanece bloqueado en Líbano: en el este del país, en los suburbios del sur de Beirut y en la región al norte del Litani, el grupo mantiene las armas.
Como consecuencia, desde la entrada en vigor del cese de hostilidades, Israel ha bombardeado casi a diario el sur del Líbano, atacando también con frecuencia el Valle de la Becá y, en ocasiones, incluso la capital, Beirut. Para no ir muy lejos, este domingo Tel Aviv lanzó un ataque aéreo que estremeció Beirut, al impactar en el suburbio sur, densamente poblado, y causar la muerte de Ali Tabatabai, un alto comandante de Hezbollah. Al menos cinco personas perdieron la vida en el bombardeo y otras 28 resultaron heridas, según informó el Ministerio de Salud libanés.
Dos días después, el primer ministro del país denunció que el Líbano enfrenta una guerra que “se está intensificando” y que “ha adoptado la forma de una guerra de desgaste unilateral por parte de Israel". "Trabajaremos para movilizar más apoyo árabe e internacional para detener estos ataques e impulsar la retirada israelí", añadió en sus declaraciones, citadas por la agencia estatal de noticias NNA.
Las cifras de las violaciones en un año
Desde que entró en vigor el acuerdo del alto el fuego, la FPNUL ha contabilizado cerca de 10.000 violaciones del acuerdo en el área fronteriza entre Israel y Líbano: 7.500 ataques aéreos y casi 2.500 incidentes terrestres. Sin embargo, esta cifra podría ser mucho más, teniendo en cuenta que no se registraron los ataques cometidos contra el resto del país.
Y la mayoría de las violaciones ha cobrado víctimas. En estos 365 días, más de 330 personas han muerto y otras 945 han resultado heridas, cifras que se suman a los más de 4.000 muertos y casi 17.600 heridos durante los 14 meses de conflicto que protagonizaron Tel Aviv y Hezbollah.
Según el Ministerio de Salud del Líbano, entre octubre de 2023 y noviembre de 2024, antes de la entrada en vigor de la tregua el ejército israelí atacó 67 hospitales, 56 centros de atención primaria y 238 equipos médicos de emergencia, matando al menos a 222 trabajadores sanitarios, de acuerdo a cifras de Amnistía Internacional.
Además, Israel tampoco ha completado su retirada, manteniendo presencia militar en al menos cinco puntos estratégicos del territorio libanés.
Desplazados siguen sin poder volver
Pero no solo son los ataques: para muchos libaneses el regreso a su hogar no ha sido una posibilidad. Durante la agresión de Israel el año pasado, al menos 1,4 millones de personas fueron obligadas a abandonar sus casas y a desplazarse dentro del país, hacia Siria o a otros países.
Según la ONU, todavía hay más de 64.000 que siguen desplazados, atrapados entre viviendas destruidas, alquileres imposibles de pagar o centros de acogida que ya no dan a basto. Sin embargo, según el medio libanés Al Tayyar, la cifra sería algo menor y rondaría las 200.000 personas que no han podido emprender el camino de vuelta porque sus casas, sus pueblos y sus vidas han sido reducidos a escombros.
Una de esas desplazadas es Zainab Mahdi, agricultora de 50 años que huyó de su hogar en Al-Naqoura, en el sur del Líbano. Su testimonio refleja la frustración de quienes confiaron en la tregua: “Pensábamos que el alto el fuego podría permitirnos volver a nuestras tierras y hogares”. Sin embargo, Zainab añade con dolor: “Han destruido cualquier casa que aún estuviera en pie o terreno que permaneciera intacto. Arrancaron las bombas de agua y las destruyeron. Todas las bombas de riego se han destruido. No me queda nada”.
Otra mujer desplazada, Bada Sleiman, de 41 años, miembro del consejo municipal de Hula, vive la paradoja de ayudar a su comunidad mientras no puede regresar a su propia casa destruida: “Tras convivir con la gente y escuchar sus quejas, digo que la guerra aún continúa, y el dolor de la guerra sigue presente”. Añade que la seguridad es la prioridad absoluta: “Primero necesitamos seguridad. Sin seguridad, cualquier ayuda o compensación sigue siendo incompleta”.
Ante esta realidad, la semana pasada, el ministro de Relaciones Exteriores libanés, Yusuf Raji, pidió a la comunidad internacional que presione a Israel para detener sus agresiones contra el Líbano y permita el regreso de los desplazados del sur a sus aldeas, según un comunicado difundido por el periódico Al-Ahram.
Nuevas amenazas
Por si fuera poco, desde mediados de octubre de 2025, coincidiendo con el alto el fuego en Gaza, Israel ha intensificado de nuevo sus ataques sobre el Líbano. Al punto que en las últimas semanas, el país de los cedros ha vivido una de las peores escaladas desde la entrada en vigor del acuerdo.
Además del letal bombardeo del domingo, Israel perpetró su ataque más mortífero el pasado 13 de noviembre en el campo palestino de Ain El-Helwe, donde 14 personas murieron. Tel Aviv también ha ordenado la evacuación de varias localidades del sur para preparar una nueva oleada de bombardeos.
"En Israel hablamos de la posibilidad de tener unos días de guerra", comenta Orna Mizrahi, analista del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional israelí, en un encuentro digital con medios, "pero por ahora no se habla de tropas terrestres".
Con la escalada, Israel también busca presionar al Gobierno libanés para que acelere la implementación del plan de desarme de Hezbollah, presentado por el Ejército y aprobado por el Consejo de Ministros en septiembre. Pero Beirut insiste en que su Ejército, debilitado y con recursos limitados, necesita apoyo internacional para poder aplicar plenamente el plan de desarme.
Mientras tanto, la amenaza de una nueva escalada es real. Como resumió la relatora especial de la ONU Francesca Albanese en X: “Tú detienes tus acciones, pero yo sigo atacando” —“you cease, I fire”—, una frase que condensa la cruel lógica de la impunidad israelí y el sufrimiento que los civiles libaneses siguen pagando.















