“Cuando estalló la revolución en Siria en 2011, me puse del lado del pueblo oprimido y humillado, que estaba siendo sitiado, arrestado y asesinado por las fuerzas del gobierno. Participaba en grupos revolucionarios en Damasco y fui arrestada debido a esta actividad”, cuenta Safana Bakleh, conductora musical siria que resistió la represión del régimen de Bashar al-Assad, durante una conversación con TRT Español.
Aunque ella pudo sobrevivir –a diferencia de los por lo menos 657.000 sirios que perdieron la vida en la guerra civil–, la prisión dejó en Safana una huella imborrable, sobre todo tras compartir una celda pequeña con otra mujer detenida.
“Estaba embarazada de dos meses y había sido tomada como rehén por la detención de su esposo, proveniente de una zona rural de Damasco que el régimen había atacado. Poco a poco estaba perdiendo la cordura”, rememora Safana.
En ese centro de detención, pronto se acostumbró al sonido constante de personas torturadas.
“Recuerdo que, al pasar junto al camino del baño común –al que solo nos permitían ir dos veces al día–, le susurré algo a un joven con los ojos vendados en la sala de torturas. “Le dije: ‘Que Dios te proteja’, y él me respondió en voz baja: ‘Y a ti también’. Si algún guardia hubiera oído ese intercambio, nuestro castigo habría sido severo”, señala.
Unir a Siria
Para Safana, esa experiencia marcó “un punto de inflexión” que “profundizó mi sentido de la fragilidad humana, pero también me dio claridad sobre mi postura y confirmó que mi verdadera fuerza reside en el arte, no en la violencia”, evoca.
Luego, impulsada por ese propósito, decidió centrar su atención en la música como un puente para reconectar a las personas con su humanidad, pese a las “heridas y divisiones” que separaban a los sirios.
En 2016, junto a su colega Ghada Harba –cantante de ópera y profesora del Instituto Superior de Música de Damasco– Safana cofundó el Coro Gardenia. El grupo rinde homenaje a la flor blanca que adorna las casas de la capital siria y simboliza “tanto la delicadeza como la fortaleza de las mujeres”, añade. “Con el tiempo, se convirtió en un sinónimo del espíritu y la identidad del coro”.
Desde el principio, para Safa la idea fue sembrar vida en un “entorno asfixiante, controlado por el régimen y su aparato de seguridad, casi desprovisto de espacios libres que se parecieran a nosotros”, e impulsar “una identidad artística independiente” dentro de los límites de la censura, a través de “mensajes suaves” como la libertad y la paz civil, explica.
“Una oposición abierta y frontal al régimen podía costarnos la vida”, recuerda la siria. “Ese espacio fue como un oasis en medio del desierto, desde donde enviar mensajes que unieran a los sirios, los acercaran y les devolvieran el sentido de sus derechos y valores humanos”.
Safana decidió que el coro sería un colectivo femenino, porque la vida de los jóvenes en las zonas controladas por el régimen “era extremadamente dura”, añade. “Muchos debían esconderse para evitar el servicio militar obligatorio y otros eran hostigados constantemente en los controles”, detalla.
“En cambio, la movilidad de las mujeres era relativamente más sencilla, lo que nos daba mayor margen para llevar a cabo nuestros proyectos, aunque la propia Damasco siguiera bajo la amenaza de bombardeos y ataques”, agrega.
Evolución
Poco a poco empezaron a interpretar obras conocidas, adaptándolas a la sonoridad especial de distintas voces, con el fin de darles “un carácter nuevo que reflejara la fuerza del colectivo femenino, combinando rigor artístico con expresión humana”.
Safana guarda con afecto el primer ensayo de 2016, que se centró en canciones clásicas de dibujos animados. “Nuestro objetivo era reconectar a la gente con sus recuerdos compartidos de antes de la guerra: recordarles que hubo una infancia y días hermosos que alguna vez nos unieron, lejos de toda la división que vino después”, explica.
Paso a paso, el proyecto evolucionó, incorporando un enfoque social: el papel de la mujer, narrativas alternativas, preservación del patrimonio inmaterial y recuperación de la memoria colectiva siria.
El grupo recibió apoyo regional y subvenciones de organizaciones como Al-Mawred Al-Thaqafy, de Beirut, que promueve proyectos artísticos árabes; Ettijahat, que difunde la cultura árabe independiente; y el Fondo Árabe para las Artes y la Cultura (AFAC), que impulsa proyectos culturales en Oriente Medio. Con ello, desarrollaron varios proyectos musicales, incluido el álbum Zaghareed Sirias, una reinterpretación contemporánea de los ululatos nupciales tradicionales de distintas regiones y comunidades sirias, con el objetivo de preservar y revitalizar el patrimonio inmaterial.
Resistencia
Pero no todo fue fácil. Safana recuerda cómo, muy a menudo, el régimen “restringía cualquier actividad artística o cultural fuera del marco de las instituciones oficiales controladas”, comenta. “A veces nos topábamos con actitudes poco favorables del Ministerio de Cultura y de ciertas instituciones oficiales, incómodas ante la idea de un proyecto artístico autónomo fuera de su autoridad directa”.
Sin embargo, la reacción social “fue sorprendentemente alentadora”, y los sirios “seguían hambrientos de arte y música”.
Uno de los momentos más destacados fue cuando el coro interpretó “Ya Yumma Jeetki Shaheed” (Oh madre, he venido a ti como mártir), un homenaje al exfutbolista y símbolo de la resistencia Abdul Baset al-Sarout, fallecido y por quien el régimen ofrecía una recompensa de 35.000 dólares.
Safana lo considera hasta hoy “uno de los cantantes más emblemáticos de la revolución siria, conocido como ‘el Ruiseñor de la Revolución’”. Para muchos sirios, la canción expresa “la alegría de la victoria y el profundo dolor de la pérdida. Con ella queríamos decir que nuestra alegría es inseparable de la memoria dolorosa de los mártires, de los desaparecidos y de quienes siguen sin aparecer, y que cada momento de libertad se paga con sus vidas”.
Esa carga emocional se reflejaba en los rostros de las mujeres, recuerda Safana. “Muchas eran niñas cuando comenzó la revolución en 2011 y crecieron presenciando tragedia tras tragedia. En el primer ensayo, algunas estallaron en llanto, incapaces de contenerse, como si todos esos años brotaran de sus gargantas junto con las palabras”.
El día del concierto, relata, las integrantes intentaban mantener la compostura frente a un público que también lo vivía intensamente, con “ojos llenos de lágrimas, manos limpiando rostros, miradas silenciosas que decían lo que las palabras no podían”.
“Esa hora sobre el escenario fue un verdadero ‘instante de trascendencia’: un momento en el que nuestras voces, nuestras lágrimas, nuestros recuerdos y nuestras esperanzas de un futuro nuevo se encontraron en un mismo punto”, cuenta. “La canción fue mucho más que una interpretación musical; fue un ritual colectivo de duelo y liberación que nos dio a todas nosotras y al público la posibilidad de soltar parte del trauma y, quizá, iniciar el camino de la sanación tras tantos años de pérdida y opresión, en un instante genuino imposible de olvidar”.
Legado
A lo largo de los años, el Coro Gardenia, integrado por 23 miembros –22 cantantes distribuidas en tres secciones vocales (soprano, mezzosoprano y contralto) y una pianista –, con Safana como formadora y directora artística, ha logrado una notable repercusión en Siria y a nivel internacional.
Entre sus actuaciones destacan el programa Zaghareed Sirias, presentado en Beirut en 2017 en colaboración con la oficina de la UNESCO, y su participación en el Festival de Coros de Oriente Medio en Dubái en 2019, donde obtuvo los premios a Mejor Coro Femenino y Mejor Coro Regional, entre otros.
Hoy, Safana resalta el impacto del coro en la “cohesión social y de clase”, en proyectos como “Armonía Siria”, junto al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, donde entrenan a un coro de unos 250 jóvenes de todas las provincias sirias. “Aquella experiencia se transformó en amistades genuinas y vínculos de hermandad”.
Tras años de dolor y pérdida en Siria, envía un mensaje sobre el papel de la música y el arte en la reconstrucción del país: “No es un lujo, sino una herramienta terapéutica que ayuda a la recuperación psicológica y al desahogo emocional, y abre espacios para la reflexión y la comunicación, especialmente cuando expresa preocupaciones, memoria compartida y heridas”.
Este artículo fue redactado por Bala Chambers y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.















