En el corazón montañoso del Monte Líbano, la aldea de Chouf es el punto de partida de la historia de Nada Ghanem, ingeniera agrícola y profundamente ligada a la tierra que la vio nacer. Una región célebre por sus valles y bosques, donde la agricultura es un legado transmitido de generación en generación.
“Crecí escuchando las historias de mis abuelos sobre su vínculo con la tierra. Mi abuelo solía decir que la tierra te da tanto como la amas”, rememora Ghanem en diálogo con TRT Español. “Para él, la tierra no era solo tierra, sino un ser vivo. Podía saber si estaba sedienta o saciada únicamente por su color y su olor”.
Las raíces de una crisis y el nacimiento de una solución
Pero, como en tantas zonas rurales del mundo actual, Ghanem fue testigo de cómo los jóvenes abandonaban la región, y con ella sus tradiciones, en busca de oportunidades lejos de casa. Mientras que otros, como Abu Saleh, veterano agricultor, se aferraban con esfuerzo a mantener esas costumbres vivas.
“Ya no crece nada en esta tierra. La tierra está muerta”, le confesó Saleh, aludiendo a una crisis ambiental que ha mermado la capacidad del suelo para retener la humedad y ha hecho cada vez más difícil que las semillas prosperen en la zona.
“Podía ver la tristeza en sus ojos; cómo trabajaba desde el amanecer y, aún así, volvía a casa con las manos vacías. Plantaba, pero apenas recogía”, recuerda Ghanem desde el centro del Líbano.
Aquel episodio de hace más de una década fue la chispa que la llevaría a fundar Dooda Solutions, la primera explotación de lombricultura a gran escala del país, que hoy ha revolucionado la manera en que los agricultores libaneses afrontan la salud del suelo y practican una agricultura más sostenible.
“La tierra no muere sola”
Años más tarde, durante sus estudios de posgrado, Ghanem se especializó en gestión de ecosistemas y profundizó en la ciencia que explicaba lo ocurrido en los campos de Abu Saleh. “La tierra no muere sola. Somos nosotros quienes la estamos destruyendo poco a poco con pesticidas y fertilizantes químicos”, subraya.
Las investigaciones muestran que los suelos del Líbano están al borde del colapso debido al uso excesivo de fertilizantes químicos y pesticidas. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), los agricultores libaneses aplican unas de las dosis más elevadas de la región: alrededor de 331 kilos de fertilizantes y 7 kilos de pesticidas por hectárea cada año. Este uso intensivo ha ido despojando al suelo de microbios esenciales, debilitando su estructura y dejando extensas áreas de cultivo gravemente degradadas.
“La inmunidad de las plantas se deterioró a causa del abuso de fertilizantes químicos, que con el tiempo destruyen la vida microbiana del suelo, dejándolo estéril y sin nutrientes naturales”, relata.
Durante su tesis sobre el uso de lombrices de tierra para descomponer los residuos orgánicos y transformarlos en un compost rico en nutrientes, Ghanem constató el poder regenerador de estos organismos. Mediante análisis microscópicos y ensayos de campo, observó cómo las lombrices convertían los desechos orgánicos en fertilizante vivo, devolviendo la actividad microbiana a suelos antes agotados y sin vida.
“La idea nació de mi conciencia sobre dos problemas críticos: por un lado, la acumulación de residuos orgánicos en el Líbano y la región sin un sistema eficaz de gestión. Por otro, la grave degradación de la salud del suelo por la dependencia excesiva de los fertilizantes químicos”, explica.
Construyendo un negocio a partir de lombrices de tierra
En 2014, con poco más que unos contenedores de plástico, un cubo de agua y unos cuantos kilos de lombrices, Nada Ghanem puso en marcha Dooda Solutions desde unos comienzos tan modestos como ambiciosos. El nombre, que en árabe significa “lombriz de tierra”, encapsulaba su propósito: cambiar la percepción sobre estos discretos aliados de la agricultura.
Hoy, Ghanem lidera la primera y mayor empresa de lombricultura del Líbano. Sus instalaciones, de 2.000 metros cuadrados, funcionan con energía solar y cuentan con sistemas avanzados de ventilación y sensores que regulan temperatura y humedad. La planta procesa cada año 4.500 toneladas de residuos orgánicos y produce 120 toneladas de vermicompost sólido, además de 600.000 litros mensuales de “té de lombriz” líquido, suficiente para tratar 21.000 hectáreas de cultivo.
Superar el escepticismo
Pero la joven emprendedora tuvo que lidiar desde el inicio con el escepticismo y no pocos obstáculos. “Cuando contaba que trabajábamos con lombrices, veía cómo cambiaban las caras: algunos mostraban disgusto, otros se reían”, recuerda.
Muchos agricultores consideraban a las lombrices de tierra como plagas y recurrían a pesticidas para eliminarlas. “La resistencia se debía a la falta de conocimiento. La gente no entendía el papel fundamental que las lombrices desempeñan en los ecosistemas del suelo”.
Ghanem no respondió con discusiones, sino con ciencia y resultados que se pudieran medir y demostrar. Organizó talleres y repartió bolsas de vermicompost entre los agricultores, para después volver semanas más tarde y evaluar juntos el efecto. “Visitábamos las granjas un mes después para comprobar los resultados, y veía a los agricultores con los ojos como platos al notar que sus plantas estaban más sanas”, relata.
Un caso en particular simbolizó el cambio de mentalidad: “Uno incluso me dijo ‘Lo siento, pensé que era una broma. Pero tu trabajo me devolvió la esperanza en la tierra’”. Para Ghanem, ese tránsito de la duda a la convicción es el verdadero éxito.
Resultados comprobados
El gran avance llegó gracias a la colaboración con 36 agricultores locales, quienes pudieron comprobar de primera mano mejoras notables en sus cultivos. Los resultados hablaron por sí sólos: los agricultores reportaron aumentos de hasta un 50% en el rendimiento, reducciones del 30% en el consumo de agua e, incluso, algunos dejaron de usar fertilizantes químicos por completo.
Un agricultor triplicó su producción de aceitunas en un solo año, mientras que otro registró un aumento de 1,5 veces en su cosecha de patatas. El caso de Elissa, productora de aceitunas del sur del Líbano, ejemplifica esta transformación. Tras años de cosechas menguantes, contactó con Ghanem en plena sequía y le confesó: “Si esto no funciona, podría ser mi última temporada de cultivo de aceitunas”.
Gracias al uso constante del vermicompost, Elissa no solo recuperó su rendimiento, sino que lo duplicó la temporada siguiente. “El aceite era más puro, el sabor más intenso, incluso el aroma de los árboles había cambiado. Elissa volvió a creer en su tierra”, señala Ghanem.
Pensando en el futuro
La visión de Ghanem va mucho más allá del Líbano, con el objetivo de convertir Dooda en un proyecto de alcance global. En los próximos cinco años, la empresa planea lanzar iniciativas en Oriente Medio, centrándose en el mercado agrícola de los Emiratos Árabes Unidos, y expandirse a Europa, especialmente a los Países Bajos, donde buscar ayudar al sector ganadero a transformar estiércol en vermicompost de alta calidad.
De vuelta en su país, Ghanem mantiene una estrecha conexión con sus raíces y con la misión central de su trabajo. Actualmente se dedica a educar a la próxima generación de estudiantes del Monte Líbano, enseñándoles prácticas sostenibles de cultivo y el papel esencial de las lombrices de tierra en la salud del suelo.
“Mi mayor esperanza es lograr un cambio real y tangible hacia la agricultura sostenible. No se trata de eslóganes ni de una fachada ecológica, sino de pasos concretos que comienzan desde la tierra”, reflexiona sobre su trayectoria en Oriente Medio. “Sueño con un Líbano que no dependa de fertilizantes importados, sino que se vuelva autosuficiente, empoderado y resiliente”.
Este artículo fue redactado por Hajar Elkahlaoui y reportado por Mohammad Bashir Aldaher.
















.jpeg?width=512&format=webp&quality=80)






