Washington, DC — Han transcurrido ya varios meses desde que Estados Unidos empezó a divulgar sus ataques contra embarcaciones a las que acusa de narcotráfico, mientras estas navegaban en aguas internacionales del Caribe y el Pacífico. Y ahora Washington, en una muestra de poder, ha desplegado el portaaviones más grande del mundo, el USS Gerald R. Ford. Una decisión que, apuntan los expertos, busca intimidar a Venezuela o crear condiciones propicias para un golpe de Estado en el país sudamericano.
El despliegue del portaaviones es una “escalada coercitiva” que revela que los ataques, los vuelos de drones y las operaciones encubiertas están ahora dentro del rango de opciones de la política exterior de Washington, explica Jenaro Abraham, politólogo y profesor de política latinoamericana en la Universidad Gonzaga, en conversación con TRT World.
“Un grupo de ataque con portaaviones amplía drásticamente la capacidad del Pentágono para vigilar e impactar territorio venezolano. Y, por esa razón, la amenaza no debe desestimarse como simplemente simbólica”, añade.
Abraham destaca que el Gobierno del presidente de EE.UU., Donald Trump, emite amenazas tangibles con frecuencia para lograr objetivos de política exterior: despliega fuerzas, observa cómo responden los Estados y los mercados, y luego decide si escalar y cómo hacerlo.
Desplegar al Gerald R. Ford en la región es tanto un “peligro militar como un teatro político” que busca presionar a Caracas, mientras “pone a prueba el sistema internacional”, detalla el experto.
“Así como Trump ha utilizado sanciones, aranceles y aislamiento financiero… contra [el presidente Gustavo] Petro en Colombia, el portaaviones funciona como otra forma de presión disciplinaria”, indica.
Creciente acumulación militar de EE.UU.
El principal portaaviones de la Marina de EE.UU. ahora forma parte de una creciente acumulación militar cerca de Venezuela, que el presidente Trump ha enmarcado como una lucha contra el “narcoterrorismo”. Sin embargo, muchos lo ven como un mensaje estratégico dirigido específicamente a Venezuela.
Desde septiembre, Estados Unidos ha lanzado al menos 21 ataques contra supuestas embarcaciones de narcotráfico, matando a más de 80 personas y dejando numerosos heridos. Washington no ha proporcionado evidencia de tráfico de drogas ni de amenazas.
Además, expertos legales afirman que los ataques constituyen ejecuciones extrajudiciales.
El USS Gerald R. Ford y el USS Newport News son buques estadounidenses de propulsión nuclear desplegados en la región para la “Operación Lanza del Sur” (“Southern Spear, en inglés”), que anunció la semana pasada el secretario de Guerra de EE.UU., Pete Hegseth.
Esta acumulación militar incluye aviones de combate F-35, un gran grupo de portaaviones, un submarino de propulsión nuclear y otros múltiples buques de guerra, lo que representa el mayor despliegue de Washington en la región en décadas.
Mientras que la última escalada proporciona al Pentágono más puntos de entrada para vigilancia y ataque, también le da a Trump —cuyo objetivo aún no está claro— opciones adicionales respecto a Venezuela.
El viernes pasado, Trump dijo a los periodistas que “más o menos ya tomé una decisión” sobre cómo proceder con Venezuela, pero “no puedo decirles cuál sería”.
Dos días después, el domingo, declaró a los medios que “no hay novedades sobre Venezuela”, pero añadió que “puede que tengamos algunas conversaciones” con el presidente Nicolás Maduro. “Y veremos cómo resulta eso, pero ellos quisieran hablar”, completó.
Philip Gunson, analista sobre Venezuela del International Crisis Group, señala que el despliegue del Gerald R. Ford en la región “es el último intento por convencer a Maduro de que dimita, o de que el ejército lo derroque. También le da a Trump una mayor gama de opciones si decide seguir adelante con ataques terrestres”.
“Pero a largo plazo, también puede ser parte de la presencia militar estadounidense en el hemisferio occidental en general, que es consecuencia de la decisión del Gobierno de Trump de enfocarse más en su 'patio trasero'”, añade Gunson en conversación con TRT World.
Gunson, que está radicado en Caracas, se refiere a un concepto utilizado en el contexto político y de relaciones internacionales que alude a la esfera de influencia y áreas de dominio de Washington, especialmente en América Latina, similar a la más amplia Doctrina Monroe.
A pesar de las varias opciones que están sobre la mesa, junto con los últimos acontecimientos, ninguna de ellas favorece los intereses de Venezuela.
Desde que empezó el despliegue militar de Washington, Maduro ha prometido resistencia si EE.UU. invade su país, además de hacer llamados a la paz. Ha suplicado que no haya una “guerra loca” con Estados Unidos, al tiempo que ha invocado incluso al himno de John Lennon “Imagine” en busca de paz.
Gunson anticipa posibles ataques estadounidenses contra Venezuela.
“Quizás la decisión ya se tomó, quizás no. No me sorprendería si hubiera ataques en territorio venezolano, pero más importante es la pregunta de dónde y a qué. Una cosa es atacar una base militar o infraestructura gubernamental, y otra muy distinta es atacar una pista de aterrizaje remota o algún tipo de instalación de drogas”, explica Gunson.
Daniel Hellinger, profesor emérito de relaciones internacionales en la Universidad Webster, resalta a TRT World que la decisión de Washington de llevar el portaaviones más grande del mundo a la región busca “incentivar un intento de golpe de Estado”.
Hellinger afirma: “Claramente, esto está destinado a intimidar a Maduro y, al amenazar con una intervención militar directa, a incentivar un intento de golpe de Estado por parte de oficiales militares motivados ya sea por orgullo nacional o por preocupación ante su propia supervivencia”.
El experto también apunta a que de todas las opciones disponibles, Trump estaría esperando que Maduro “huya del país” o que los militares venezolanos actúen. Sin embargo, advierte que el mandatario estadounidense “en algún momento autorizará un tipo de ataque limitado, ya sea mediante un bombardeo o una incursión de fuerzas especiales, para capturar o asesinar a Maduro”.
“Si tal ataque tiene éxito, (Trump) será reacio, creo, a poner 'tropas en tierra' para enfrentar más violencia y la catástrofe económica que el país experimenta ahora. Si fracasa, entonces se enfrentará a decidir si profundiza y amplía la intervención estadounidense, lo cual ciertamente creará una crisis nacional para su propia presidencia”, analiza Hellinger.
Campaña “antiterrorista”
En marzo de 2020, Maduro fue acusado por las autoridades de EE.UU. de conspiración de "narcoterrorismo", conspiración para importar cocaína y delitos relacionados con armas.
Washington alega que Maduro es líder del “Cártel de los Soles”, una organización de narcotráfico, cuya existencia han negado reiteradamente desde Caracas.
Ese año, Estados Unidos ofreció una recompensa de 15 millones de dólares por el arresto de Maduro, que posteriormente aumentó a 25 millones de dólares en enero de 2025, y luego se duplicó a 50 millones de dólares en agosto de 2025.
La Casa Blanca no reconoce a Maduro como presidente de Venezuela, y ha incrementado la presión sobre su gobierno mediante sanciones, esfuerzos diplomáticos y presencia militar en la región del Caribe.
Caracas, por su parte, ha rechazado las acusaciones, calificando la recompensa como una “operación de propaganda política burda” y “patética”.
Maduro, mientras tanto hace llamados a la paz, permanece desafiante y no ha mostrado señales de renunciar al poder.
“Dado que es improbable que Maduro dimita voluntariamente, y debido a que una invasión terrestre a gran escala sería políticamente arriesgada, un escenario más probable es un bombardeo estadounidense limitado o una campaña ‘antiterrorista”’combinada con acciones encubiertas a lo largo de las regiones fronterizas venezolanas: sabotaje, asesinatos selectivos y la activación de grupos armados que ya operan en los corredores de minería ilegal y narcotráfico”, argumenta Abraham, de la Universidad de Gonzaga.
Con la masiva acumulación militar, Estados Unidos también podría estar intentando remodelar la opinión pública en Venezuela, indican los expertos.
Abraham señala: “Estratégicamente, el despliegue también busca cambiar la opinión pública venezolana. Si sectores de la oposición anti-Maduro se convencen de que la intervención estadounidense es inminente, podrían escalar la desestabilización interna con la esperanza de provocar un cambio de régimen desde dentro”.
“Lo que parece una acción única —posicionar un portaaviones en aguas cercanas— es en la práctica un intento de producir presión desde arriba y desde abajo al mismo tiempo”, puntualiza el experto.
Mensaje militarizado de “tolerancia cero”
Si combatir a supuestos narcotraficantes con ataques aéreos no es lo mismo a llevar un obús a una pelea de cuchillos, el hecho de combatir el crimen con todo un ejército de portaaviones, drones y submarinos podría buscar enviar un poderoso mensaje de “tolerancia cero” a los gobiernos de América Latina, indican los analistas.
Gunson, el analista radicado en Venezuela, destaca: “No tiene ningún sentido librar la llamada ‘guerra contra las drogas’ con portaaviones y submarinos. Pero quizás la idea es enviar un mensaje de ‘tolerancia cero’, no solo a las bandas de narcotraficantes sino a los gobiernos de la región”.
Hellinger, por su parte, advierte que continuar por el camino de combatir a presuntas bandas de narcotraficantes con toda esta capacidad militar no es sostenible. “No es sostenible indefinidamente, en términos de costo y también en términos de desviar recursos militares de otros lugares del mundo donde Estados Unidos está intentando defender su hegemonía”, detalla.
Dado que el presidente Trump ha enmarcado el oro como el mejor activo durante la inestabilidad económica global, y sus aliados han comenzado a invertir más en él, lo que realmente está en juego aquí es el oro y el petróleo, completa Abraham.
Pero la militarización de la frontera entre Venezuela y Colombia, si continúa escalando, irónicamente resultaría contraproducente y estabilizaría el mercado de la cocaína, añade.
Según Abraham, los precios de la coca y la cocaína han caído drásticamente debido al exceso de oferta, y la presión militar tiende a expulsar a los pequeños campesinos cultivadores de coca del cultivo de coca hacia sectores extractivos más rentables, pero más peligrosos, como la minería ilegal”.
La oposición dividida de Venezuela
Mientras Maduro permanece desafiante a medida que prepara a su país para una potencial intervención militar, dos importantes líderes de la oposición en Venezuela discrepan sobre los pasos a seguir.
La ganadora del Premio Nobel 2025, María Corina Machado, y su equipo se han involucrado con el Gobierno de Trump para promover la idea de que Maduro es el jefe del Tren de Aragua, una banda criminal que fue designada como Organización Terrorista Extranjera por Estados Unidos en enero, según reportes.
Su equipo promovió este mensaje ante Mike Waltz, designado como asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, a principios de enero, antes de la investidura de Trump, según ha revelado un informe investigativo de la agencia de noticias Reuters.
La propia Machado expuso el argumento en mayo en una entrevista con Donald Trump Jr., diciendo: “Todos sabemos que el jefe del Tren de Aragua es Maduro. El régimen creó, promovió y financia al Tren de Aragua”.
Otras facciones de la oposición, sin embargo, han hecho llamados a negociaciones.
Henrique Capriles, dos veces candidato presidencial, ha advertido contra la intervención estadounidense. “Mencionen un solo caso exitoso en los últimos años de una intervención militar estadounidense”, citó el diario The New York Times a Capriles. Una “extracción” estadounidense de Maduro sin derramamiento de sangre era cosa como de Netflix, argumentó, no de la realidad.
“Y el costo para nosotros los venezolanos, ¿cuál será? ¿Qué garantía tenemos de que esto se traducirá en una recuperación de nuestra democracia?”, cuestionó.
Aunque la oposición en Venezuela está profundamente dividida, la mayoría aún se opone a una intervención militar estadounidense, indica Hellinger.
“Si (Hugo) Chávez todavía fuera el presidente, creo que la abrumadora mayoría apoyaría la resistencia activa. Creo que la mayoría de los venezolanos rechazan la intervención estadounidense, pero no estoy seguro de que Maduro pueda generar el mismo nivel de resistencia activa a la intervención estadounidense”, añade.
Gunson afirma que el Gobierno de Venezuela está ansioso por evitar la escalada debido a una enorme desventaja en términos militares, añadiendo que intentará evitar responder “a menos que sea inevitable”.
En este caso, la respuesta de Caracas será tanto militar como política.
Abraham apunta a que “militarmente, el gobierno movilizará milicias comunales y redes de defensa para reforzar el mensaje de que los venezolanos deben estar preparados para defender la patria de la agresión extranjera”.
“Políticamente, la escalada estadounidense inadvertidamente fortalece a Maduro porque valida una narrativa que el gobierno ha articulado durante años: que EE.UU. pretende invadir Venezuela e imponer un cambio de régimen. Es importante señalar que gran parte de la derecha venezolana no apoya una intervención militar extranjera; sólo una minoría de línea dura conectada con figuras como Machado la ha alentado abiertamente”, añade.





















