De Alepo a Gaza: la odisea del sirio que sobrevivió cuatro guerras y sueña con volver a casa
ORIENTE MEDIO
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De Alepo a Gaza: la odisea del sirio que sobrevivió cuatro guerras y sueña con volver a casaAnas Qaterji huyó de Alepo durante la guerra civil. Tras una larga travesía, llegó a Gaza, donde enfrentó tres guerras, hambre y pérdidas. Compartió el sufrimiento de los palestinos y reconstruyó su vida una y otra vez, sin perder la esperanza.
, / TRT Español
hace 14 horas

Con solo 36 años, Anas Qaterji ha atravesado circunstancias que la mayoría solo puede imaginar: guerras, desplazamientos, pérdidas y hoy, el genocidio en Gaza. De origen sirio, tras cumplir el servicio militar abrió junto a su familia un comercio en el casco antiguo de Alepo, dedicado a la restauración de casas y mercados tradicionales. Comenzaba a construir una vida llena de esfuerzo y sueños.

La empresa prosperaba y su dedicación como comerciante prometía un futuro brillante: cerró acuerdos con compañías turcas e incluso llegó a trabajar unos meses en Türkiye. Pero eso fue antes de que su vida cambiara por completo.

En 2011, el panorama en Siria se tornó irremediable. El régimen de Bashar Al-Assad reprimió con violencia las protestas que estallaron en Daraa y se extendieron rápidamente hacia Alepo, iniciando una guerra civil que obligó a Anas y a su familia a cerrar sus negocios. Con los enfrentamientos y bombardeos en su barrio de Salah Al-Din, sus sueños se derrumbaron. Anas visitaba su hogar de manera furtiva, pero siempre con el temor de ser detenido por el ejército de Assad.

Sobrevivió a varios ataques, pero en 2013 el régimen bombardeó su casa y la necesidad de huir se volvió inevitable. Fueron desplazados, dejando atrás años de trabajo y recuerdos. Sin hogar, sin ingresos y sin perspectivas de mejorar su vida, Anas tomó la difícil decisión de abandonar Siria.

Adiós a una vida entera


“Un amigo en El Cairo me convenció de ir allí para trabajar”, recuerda Anas en diálogo con TRT Español. Sin ahorros y con la esperanza desvaneciéndose, vendió algunas pertenencias, reuniendo apenas 500 dólares para el viaje. Cada pregunta de familiares y amigos parecía un golpe a su decisión. 

“¿Adónde vas?”, le preguntaban su madre y amigos. “A cualquier sitio. No me quedaré aquí tras el bombardeo a nuestra casa”, respondía, con un nudo en la garganta, pero también con una firme determinación de salir adelante. 

Besó a su madre, se despidió de sus hermanas. Con una pequeña maleta y el corazón encogido, emprendió un viaje incierto. Cruzó decenas de controles militares, esquivó miradas sospechosas y llegó finalmente a Daraa, en el sur de Siria. Tras horas de espera y complicaciones burocráticas, logró ingresar a Jordania. Desde Aqaba, en la costa, compró un billete de barco rumbo a Egipto.

Para entonces, de sus 500 dólares, solo le quedaban tres, que gastó en un pequeño bocadillo de falafel. Tras 19 horas de travesía, llegó al puerto de Nuweiba, sin un céntimo. La incertidumbre lo acompañaba, pero un mensaje de su amigo le devolvió un poco de esperanza: “Súbete al autobús y dile al conductor que pagarás al llegar”. Y así lo hizo: fue hacia El Cairo, la capital de Egipto, una ciudad que lo deslumbró desde el primer instante. 

El tío de su amigo, dueño de una cafetería, le ofreció trabajo, y Anas aceptó pese a que el salario era menor al prometido. “No tenía otra opción”, cuenta. Poco a poco, convirtió el lugar en un rincón de Alepo, con música tradicional de su ciudad, el oud resonando en la tienda y un ambiente sirio comunitario y acogedor que atrajo a muchos clientes. Empezó a reconstruir su vida, con el recuerdo de Siria presente a cada momento.

Gaza, un destino no planeado


Un día, un palestino llegó a la cafetería y, tras un saludó amable y una charla, le propuso trabajar en Gaza. Poco después recibió una llamada: Hamouda Al-Badrasawi, palestino en Gaza, le ofrecía un puesto en el restaurante Izmir. La oferta lo atrajo de inmediato: le ofrecían 1.000 dólares, frente a los 150 que ganaba en El Cairo.

Aunque estaba evaluando probar suerte en Europa, eligió Gaza Creció con la causa palestina y sentía a ese pueblo como parte de “su propia gente”. Además, la propuesta económica le permitiría ayudar a su familia. Tras comentarlo con su amigo, decidieron emprender la aventura juntos, a ciegas, pero con ilusión.

Recuerda que llegaron a Rafah, en el sur de Gaza, a través de un túnel iluminado. Al entrar al enclave, sus emociones eran un torbellino: la bandera de Palestina ondeaba, el mar se extendía ante ellos. Anas se arrodilló y lloró de alegría. Desde el primer momento, se sintió bienvenido por la gente: “En cuanto se enteraban de que era sirio, me abrazaban”.

Recorrió la ciudad mientras preparaba la inauguración del restaurante. Dos semanas después abrió sus puertas, ofreciendo comida siria, parrilladas, shawarma y kibbe halabi. La prensa local e internacional cubrió su éxito, mientras a su familia en Alepo apenas podía creer que estuviera en Gaza.

“¿Qué te llevó a Gaza?”, le preguntaban. “Les respondía que la vida aquí es bonita”, rememora, con una sonrisa que esconde las cicatrices de su pasado.

El éxito rodeaba al restaurante, pero todo cambió en 2014, cuando Israel lanzó una ofensiva en Gaza. Fue su primera experiencia directa de conflicto y ataques en el enclave --sin imaginar lo que vendría años después.

El restaurante cerró durante los 52 días de bombardeos. Anas vivió como cualquier palestino en medio de la ofensiva: perdió a varias personas conocidas, permaneció más de un año sin trabajo y con recuerdos dolorosos, y sus cuentas quedaron en cero.

En medio de la adversidad, descubrió que había 36 familias sirias en Gaza. Una vez terminada esa ofensiva, fundó una asociación para ayudar a los sirios, y luego abrió un nuevo restaurante, Jar Al-Qalaa 2, como el de Alepo, junto a un socio palestino. El éxito regresaba a su vida, pero solo por un tiempo: tres años después, el negocio cerró por desacuerdos con su socio.

Anas intentó salir de Gaza hacia Holanda, pero Egipto se lo impidió por, según alegó, la forma en que había ingresado al enclave. Se trasladó a Al-Nuseirat, alquiló un piso y lo decoró con fotos de Alepo, hasta que la pandemia de Covid-19 lo arruinó.

Y trató de seguir adelante con su vida: se enamoró y se casó con una palestina. Pero tampoco en este momento todo fue felicidad: ella tenía problemas renales, y buscó tratamiento en Egipto y Siria, pero sin éxito. 

Quiso abrir otro restaurante, pero la ofensiva de 2021 frustró sus planes. “Fue un año oscuro, y la guerra en Ucrania agravó la subida de precios”, recuerda al hablar con TRT Español.


Abrir un restaurante el 7 de octubre


A comienzos de octubre de 2023, su esposa fue finalmente operada. Anas estaba por abrir otro restaurante y había planeado, junto al periodista Saeed Al-Tawil, invitar a colegas a una celebración. La inauguración estaba prevista para el 7 de octubre: el día del ataque de Hamás y el inicio de la ofensiva israelí.

“Los cohetes empezaron a salir desde Gaza y el caos se apoderó de la ciudad. Comenzaron los bombardeos desde mar, tierra y aire. Al cuarto día, el medio qatarí Al Jazeera confirmó la muerte del periodista Saeed Al-Tawil y su camarógrafo”, cuenta.

Anas corrió al hospital y encontró a Al-Tawil muerto en el suelo. Con ayuda de otros jóvenes lo trasladó junto al camarógrafo Mohammed Al-Sobh. “Me impactó profundamente. Era quien más me apoyaba”, lamenta. Luego halló muerto a otro amigo, el periodista Hisham Al-Nawajha, y lo enviaron a Rafah para enterrarlo. “Fue un golpe devastador para mi corazón y mi mente”.


Anas y su esposa se refugiaron en Rafah, mientras intentaba salir de Gaza contactando a la autoridades sirias. “Salí en los medios y lancé súplicas para salir de Gaza, también en redes sociales, pero no obtuve nada”, comenta. En paralelo, gestionó con la ONU la salida de 27 familias sirias, pero él quedó atrapado. Intentó cruzar por Rafah pagando hasta 35.000 dólares, pero le pidieron 50.000. 

Finalmente, aceptó que sus posibilidades de salir eran pocas. Eventualmente, volvió a su casa destruida y comenzó a sufrir la hambruna. 

“Perdí 30 kilos por el hambre”, recuerda hoy, con una mezcla de agotamiento y resignación.

Un rayo de esperanza



En medio del genocidio, llegaban noticias desde Siria: a fines de noviembre de 2024, grupos de la oposición lanzaron una ofensiva relámpago contra el régimen de Al-Assad. Anas observaba con optimismo: “Dormíamos soñando, por un lado con comida y por otro con la caída de Assad”.

En la mañana del 8 de diciembre, un amigo de Anas lo llamó al grito de “¡despierta, Assad cayó!”.

Anas, con hambre y cansancio, respondió: “Estoy soñando con pan”. Su amigo insistió: “Te digo que Assad huyó. Levántate y celebra, te conseguiré 5 kilos de harina”.

“Sinceramente, el hambre que vivíamos ahogaba la alegría. El dictador que nos desplazó durante 13 años y nos hizo llegar a Gaza, huyó, y Siria nos volvió a nosotros”, relata.

En las calles de Deir Al-Balah, la gente lo abrazaba: los habitantes de Gaza celebraban la caída de Assad, algunos disparaban al aire y otros repartían dulces.

A pesar de los años de desplazamiento, pérdidas y conflictos, Anas sigue mirando hacia adelante. Su vida ha estado marcada por la guerra, la hambruna y el dolor, pero ahora lo inunda un rayo de alegría. En medio de la devastación en Gaza, espera con ilusión la llegada de su primer hijo. Mantiene la esperanza de salir de Gaza y regresar a Alepo para reabrir su restaurante, Jar Al-Qalaa, reconstruyendo no solo un negocio, sino un pedazo de vida que la guerra le había arrebatado.


FUENTE:TRT Español
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