El gobierno de coalición del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu, sostenido en buena medida por ultranacionalistas y extremistas religiosos, parece tambalearse tras su respaldo al plan de paz para Gaza impulsado por el presidente estadounidense Donald Trump.
Los socios más duros, como el ministro de Finanzas Bezalel Smotrich y el de Seguridad Nacional Itamar Ben-Gvir, han mostrado reticencias ante una propuesta que cierra la puerta tanto a la reocupación de Gaza como a la anexión total de la Cisjordania ocupada.
Analistas advierten que la tormenta política desatada podría derribar al gobierno de Netanyahu y abrir la puerta a elecciones anticipadas.
“Si el gobierno israelí aprueba el plan, podría provocar la retirada del partido Sionismo Religioso, de Smotrich, así como de Poder Judío, de Ben-Gvir, de la coalición”, señala a TRT World Mtanes Shehadeh, exmiembro de la Knéset.
“Esto podría desencadenar elecciones anticipadas, incluso a principios de 2026”, añade.
El plan, que exige el desarme de Hamás, plantea la creación de un “Consejo de Paz” liderado por Trump para administrar Gaza. Apenas ofrece una vía hacia la creación de un Estado palestino, lo que críticos interpretan como una extensión encubierta de la ocupación israelí.
Sin embargo, incluso las modestas concesiones extendidas bajo el plan propuesto parecen demasiado para los extremistas en la coalición de Netanyahu.
Según Shehadeh, el plan otorga victorias parciales a Israel –como mantener presencia militar en Gaza y recuperar rehenes–, pero frustra las ambiciones maximalistas de la ultraderecha, entre ellas el desplazamiento de la población gazatí o la ocupación total del enclave devastado por los bombardeos.
“Todo esto es rechazado de plano por la ultraderecha”, subraya.

Una coalición frágil, desde el principio
La fragilidad del gobierno de Netanyahu nunca ha sido un secreto. Formado tras las elecciones de 2022 con una exigua mayoría en la Knesset, el gabinete ha enfrentado constantes tensiones internas y protestas ciudadanas.
Los partidos ultraortodoxos Judaísmo Unido de la Torá y Shas abandonaron la coalición en julio, en medio de disputas por el servicio militar, dejando a Netanyahu en manos del bloque de Smotrich y Ben-Gvir, que suma 14 escaños decisivos.
Las encuestas muestran al Likud y a sus aliados rezagados de cara a las elecciones previstas para octubre de 2026, mientras la gestión de Netanyahu en la ofensiva de Gaza –que ha dejado más de 66.000 palestinos muertos, en su mayoría mujeres y niños– alimenta la agitación política y las exigencias de comicios anticipados.
Gokhan Batu, analista de estudios del Levante en el Centro de Estudios de Oriente Medio de Ankara, explica a TRT World que la implicación de líderes árabes y musulmanes en el plan de Trump “inevitablemente” atraerá la atención no solo de Smotrich y Ben-Gvir, sino también de figuras opositoras de línea dura como Avigdor Lieberman.
“Lo relevante no es simplemente la participación de líderes árabes y musulmanes, sino qué Estados se involucran y en qué condiciones”, matiza.
El asunto, añade, “seguirá siendo objeto de intenso debate político en la antesala electoral”.
Batu apunta que, pese a la dependencia mutua entre los miembros de la coalición, Netanyahu aún podría aferrarse al poder.
Fuera de Netanyahu, Smotrich y Ben-Gvir cuentan con “pocos líderes alternativos” con los que puedan trabajar en la política israelí, sostiene el analista.
“Es cierto que Netanyahu depende de ellos, pero estos partidos radicales también necesitan a Netanyahu”, explica.
Con elecciones inevitables en menos de un año, Batu cree que la cohesión de la coalición “pierde progresivamente relevancia”.
Netanyahu, en cualquier caso, probablemente intente capitalizar la ventaja que le otorga estar en el cargo, especialmente si partidos de la oposición terminan brindándole un salvavidas temporal.
Esa “tabla de salvación”, sin embargo, no llega sin condiciones, advierte Shehadeh.
“Los partidos de la oposición podrían darle a Netanyahu una ‘red de seguridad’ para aprobar el plan y poner fin a la guerra”, explica. Pero ese apoyo, matiza, se limitaría a garantizar la aprobación del proyecto y detener las hostilidades.
“Como mucho, podría incluir un acuerdo sobre la fecha de las próximas elecciones. Pero más allá de eso, ofrecerán muy poco”, sostiene Shehadeh.
Batu, en cambio, contempla con mucho menos optimismo la posibilidad de que la oposición le conceda un respiro a Netanyahu.
Aceptar una red de seguridad política de parte de sus rivales, dice, dejaría al primer ministro “a merced de adversarios ansiosos por verlo caer”.
“En Israel, todos entienden que una vez que el país entra en modo electoral, la oposición despliega sin piedad todas las cartas que tiene en la mano”, subraya.

No es una carta blanca para Netanyahu
Expertos coinciden en que la imagen pública de Netanyahu –golpeada por los juicios de corrupción, el fracaso en la liberación de rehenes y una odensiva considerada insensata– difícilmente se verá rehabilitada con esta maniobra en torno al plan de paz.
“Aceptar el plan no alterará de manera sustancial la percepción de Netanyahu en la sociedad israelí. De hecho, Netanyahu no busca un cambio en su imagen”, asegura Shehadeh.
Pese a ello, el primer ministro intenta presentarlo como un triunfo personal.
“Quiere proyectarse como alguien que logró influir en el presidente Trump e introducir ajustes al plan”, añade Shehadeh.
Su objetivo central es mantener la lealtad de los votantes del Likud, del electorado de derecha en general y de un segmento de la ultraderecha.
Batu destaca, por su parte, la habilidad de Netanyahu para esquivar responsabilidades, señalando que el plan de paz contiene “lagunas significativas”, como la incertidumbre tras la devolución de los rehenes.
“Si Netanyahu no logra convencer a su base de la legitimidad del plan… podría optar por explotar esas lagunas”, advierte Batu, quien considera que incluso podría reinventarse como un patriota desafiante si, presionado, dinamita el proyecto de Trump.
Para Kamel Hawwash, escritor y analista político palestino, la propuesta no es un camino hacia la paz, sino una ocupación reempaquetada, sin el menor consentimiento palestino.
“No hay participación de los palestinos en esto”, señala en declaraciones a TRT World.
Hawwash interpreta la adhesión de Netanyahu al plan de Trump como un intento desesperado de encubrir su propio fracaso en Gaza.
“Al final del día, Smotrich y Ben-Gvir se presentarán como los que rechazan el acuerdo porque lo que buscan es la reocupación total de Gaza”, afirma.
Con Hamás aún operativo y rehenes en cautiverio, Netanyahu recurre al respaldo internacional para vender un plan que, según Hawwash, afianza la subordinación palestina.
“Israel no concede valor a las vidas palestinas. Si realmente quisiera acabar con la ofensiva, ya lo habría hecho”, concluye.